“Tocaba” fallar… y se falló cuando no se debía (1-1)


Vaya por delante que, en esta ocasión, no voy a descargar mis iras en ningún momento contra la actitud de los jugadores del Betis al contrario que ha sucedido en otros partidos que el equipo ha dejado escapar de forma estúpida. Hoy no se merecen eso.

Y no se lo merecen porque, al igual que han venido haciendo en los últimos encuentros, se han dejado la piel en el Helmántico -poblado de béticos, casi siete mil- ante un Salamanca al alza y que, pese a que luchaba por no descender, era un equipo muy peligroso, que había retomado el pulso a la liga después de un tramo en el que se temía por la pérdida de la categoría.

Pero el Betis, por desgracia, ha vuelto a mostrar sus deficiencias futbolísticas y, después de varias semanas haciendo funambulismo para ganar y justo cuando dependía de sí mismo, ha pinchado de nuevo tras cuatro victorias seguidas. Casi casi en el peor momento de la liga. El empate a uno sirve para muy poco, ya que el ascenso vuelve a estar en manos del Hércules, que en el último instante de la tarde volvió a los lugares que dan derecho a jugar la próxima temporada en Primera División.

Dado que el Betis no es superior a casi nadie en el juego, y también que al equipo le cuesta un mundo crear ocasiones, la clave de estos 4 encuentros ganados ha sido la ausencia de regalos defensivos escandalosos por parte de los miembros de la zaga. Esa clave no se ha cumplido hoy, y ha costado muy caro. En el minuto 58 un balón en profundidad de Salva Sevilla hacia Kike lo habría atrapado Goitia con algo de comodidad de no haber aparecido por allí Fernando Vega quien, con toda la desgracia del mundo, fue quien terminó introduciendo la pelota en la meta bética en el barullo organizado tras haber acudido al choque.

El Hércules empataba ante un Rayo que se había adelantado y que estaba jugando con toda la carne en el asador; pero todos estábamos convencidos de que el segundo gol alicantino acabaría por llegar; por eso el Betis debía marcar dos goles. Tuvo que ser el talismán de los últimos desplazamientos, David Odonkor, quien alojara el balón en la meta salmantina doce minutos después del gol local, y uno después de haber saltado al campo, de nuevo, como en Huesca, en una medida desesperada de Víctor Fernández. Un tanto, el primero del alemán en muchísimo tiempo, que contó con la colaboración, todo sea dicho, de Biel Rivas, portero del Salamanca.

Faltaban 25 minutos y el Betis debía ir a por otro gol que, cuando menos, le concediera la opción de depender de sí mismo en la jornada final; o incluso, quién sabe, el ascenso matemático porque el Hércules todavía empataba. Pues ni una cosa ni la otra. El Betis quiso y no pudo y, para colmo, el Hércules consumó su remontada local en el último minuto; la peor noticia para los béticos.

Ahora no nos vale con ganarle al Levante que -como la Real, en el caso donostiarra después de tres temporadas- ha logrado matemáticamente el ascenso tras vencer 3-1 al Castellón; además, hay que confiar en la labor de un Real Unión de Irún que agotará ante el Hércules las últimas y escasas opciones que le restan para salvarse. El Cartagena ya no cuenta al haber perdido 1-0 en Huelva.

Para subir, el Betis ha de sacar un punto más que el Hércules en la última jornada, porque el empate a puntos actual no nos sirve dado que el “average”, como sabemos, lo tenemos perdido con los herculanos. Si tiramos de estadística, el Real Unión -al que sólo le vale ganar para aferrarse a la casi utopía de la salvación-, en su Stadium Gal, debería ponerle las cosas más que difíciles a un Hércules que sólo ha salido vencedor dos veces fuera del Rico Pérez, con lo que, a priori, es factible que los alicantinos se dejen algo en Irún siempre y cuando los locales no bajen los brazos.

Todo ello siempre y cuando los béticos sean capaces de ganar a un Levante que vendrá a Heliópolis “borracho” de felicidad y de celebraciones post-ascenso; pero el Hércules tiene ante sí una ocasión histórica de lograr un ascenso que consiguió por última vez en 1996, y mucho me temo que no va a dejar escapar la ocasión. Ya veremos qué ocurre; lo que hay que hacer es deshacerse del Levante y luego ya empezaremos a pensar en el milagro irundarra. No nos queda otra.

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