Isao Takahata, ‘in memoriam’



Anoche nos dejó uno de los grandes nombres de la animación mundial, ISAO TAKAHATA, que falleció a los 82 años víctima de un cáncer de pulmón.

Takahata era la «otra mitad» artística histórica de STUDIO GHIBLI -fue cofundador en los años 80 del mítico estudio japonés de animación junto al gran maestro Hayao Miyazaki y también al productor Toshio Suzuki- y está vinculado al imaginario popular español gracias a las míticas series de los años 70 HEIDI (1975) y MARCO (1976), pero su legado va mucho más allá.

Isao Takahata, left and Yoshiaki Nishimura arrive at the Oscars on Sunday, Feb. 22, 2015, at the Dolby Theatre in Los Angeles. (Photo by Todd Williamson/Invision/AP)

No en vano, hablando de grandes maestros, Takahata sabía en sus obras manejar las emociones como probablemente nunca nadie lo haya sabido o podido hacer en el mundo de los dibujos animados; y como muy pocos lo han sabido o podido hacer en las artes audiovisuales en general.

Si Miyazaki es sobre todo el hombre de la belleza de la épica, los valores y las reflexiones, Takahata era el rey de las emociones dramáticas. Bien de forma directa, sin rodeos y con la crudeza por bandera, como en la que es su película más reputada, LA TUMBA DE LAS LUCIÉRNAGAS (1988), una joya que, aunque sea capaz de remover los cimientos personales de cada uno es recomendable verla al menos una vez en la vida. También en su último film como director, EL CUENTO DE LA PRINCESA KAGUYA (2013), otra gran obra de arte con cantidad de matices de todo tipo que merecen muy mucho la pena; o en uno de sus títulos más desconocidos por aquí, pero asimismo de una gran belleza, como la pre Ghibli GOSHU, EL VIOLONCHELISTA (1982).

Pero no solamente para con las películas, sino también -sobre todo, diría yo- con las series. Porque ya hemos mencionado a Heidi y Marco, que no necesitan presentación alguna y que mantuvieron pegados literalmente al televisor -la primera con su vitalidad y su reivindicación de la naturaleza; la segunda, con su angustia magistralmente conducida- tanto a niños como a adultos en las sobremesas españolas de los setenta; pero en absoluto podemos dejar atrás a ANA DE LAS TEJAS VERDES (1978, estrenada en España a principios de los 90), la guinda de su trilogía y, sea o no la que más guste -ahí yo no me meto-, a buen seguro la más madura de las tres.

Ana de las Tejas Verdes es, sin duda, el trabajo en el que más y mejor, más despacito que nunca y sin tantos «picos» de intensidad, fue Takahata capaz de recrearse y de definirse dentro del conjunto de un legado que comenzara con LAS AVENTURAS DE HOLS, PRÍNCIPE DEL SOL (1968) y que, como director, se extendiera hasta El cuento de la princesa Kaguya.

Un legado que si bien en la comedia no es tan brillante -incursiones en el género no demasiado afortunadas o cuanto menos incomprendidas para el mundo occidental como con Jarinko Chie (1981) o Mis vecinos los Yamada (1999)-, en el drama reflexivo es difícilmente igualable.

DESCANSE BIEN EN PAZ, DON ISAO TAKAHATA. DESCANSE BIEN EN PAZ, SENSEI.

(PD: Tengo en mi poder, desde hace algunos días, otra de sus obras destacadas por la crítica, RECUERDOS DEL AYER, de 1991, pero aún no me he decidido a verla. Aprovecharé el momento para hacerlo y, por supuesto, rendirle un modesto pero sentido homenaje)

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