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Dallas y Nowitzki, campeones de la NBA

Mark Cuban, dueño de los Dallas Mavericks, y Dirk Nowitzki ya pueden estar tranquilos cuando se retiren, porque «sus» Mavs, por fin tienen en su poder un anillo de campeones de la la NBA, al vencer en el sexto partido de las finales a los Miami Heat por 95-105. Los tejanos se tomaron cumplida revancha de las Finales perdidas en 2006 ante los Heat, quienes por entonces les derrotaron por el mismo marcador global que se ha dado en 2011 (2-4).

Particularmente me alegro mucho por Nowitzki, un enorme jugador -para mí el mejor europeo que ha pasado por la NBA de los que yo he visto- al que descubrí en el Eurobasket de 2001 con la selección alemana jugando contra España -43 puntitos metió en el partido por el tercer y cuarto puesto, aunque no le valieron de nada porque ganó España-, y que llevaba trece años de líder absoluto de los mejores Mavericks de la historia sin haber podido lograr más que llegar a la serie definitiva de 2006. Y tampoco me quiero olvidar de Jason Kidd, otro gran veterano que, tras toda una vida en media NBA, también podrá lucir orgulloso a partir de ahora su anillo.

Este año, tras una serie de infarto en sus cinco primeros partidos debido a las múltiples remontadas habidas, Dallas se presentaba en el American Airlines Arena de Miami ganando por 2-3, aunque bien pudo haber resuelto el título antes como también haberlo perdido. Los Heat, con su «Big Three» formado por Wade, Bosh y un decepcionante Lebron James, tenían por delante dos partidos en casa para darle la vuelta y reeditar el triunfo de hace cinco años.

Pero a partir del segundo cuarto los Mavericks comenzaron a demostrar que no querían jugársela a cara o cruz en el séptimo partido. A pesar de la nefasta primera mitad de su estrella Nowitzki -1 de 12 en tiros y una desesperación absoluta-, Dallas se puso 12 arriba (28-40) gracias a Jason Terry, Shawn Marion y el base portorriqueño José Juan Barea; mas una reacción fulgurante de los locales volteó el marcador, llegándose al descanso con las espadas en todo lo alto (51-53).

En el tercer cuarto se fraguó un poco más el aldabonazo de los Mavericks. Terry, el mejor ayer de los suyos con 27 puntos, siguió ametrallando el aro rival; Barea continuó haciendo jugadas de fantasía -gran aportación la suya a partir del cuarto encuentro-, y Nowitzki sin ser estelar, pero ya «entrando» en juego. Los Heat, por el contrario, cavaron un poco más su tumba fallando cantidad de tiros libres, y mostrando un porcentaje en triples radicalmente opuesto al de Dallas. El 72-81 del final dictaminaba que a las estrellas de Miami sólo les faltaba recibir la puntilla.

A pesar de todo, quien más quien menos -empezando por Cuban- tiraron de prudencia. No en vano las remontadas se habían sucedido en algunos de los anteriores capítulos de la serie; y además, por algo los Mavericks estaban jugando fuera de casa. Pero los Heat nunca se acercaron a menos de siete puntos, realizando una recta final en ataque verdaderamente espantosa, con mención especial para Lebron James.

Quien dicen muchos que es la máxima estrella de la NBA (¿?) volvió a fracasar una vez más. Sus 21 puntos y seis asistencias no hacen sino ocultar la realidad de un jugador que, hasta ahora, tanto en Cleveland como en Miami, siempre se ha escondido cuando han llegado los momentos calientes de la temporada. Ayer lo demostró de nuevo perdiendo seis valiosos balones y algunos tiros libres verdaderamente importantes.

Por el contrario, los Mavericks no sólo mantuvieron el nivel en ataque, sino que en el cuarto final apareció el gran Dirk, que se redimió de su deficiente actuación hasta el momento en el sexto partido con diez puntos cuando más caliente estaba la bola; suficientes para alcanzar una ventaja tranquilizadora que hizo a los «Mavs» afrontar el último minuto y medio sin complicaciones, y con la certeza absoluta de que, por fin, eran campeones de la NBA.

Nowitzki completó su gran año con la consecución del trofeo «Bill Russell» al MVP de las Finales, con 26 puntos y casi 10 rebotes de media, siendo el segundo europeo en recibir el galardón tras Tony Parker con los San Antonio Spurs en 2007. No había tenido su mejor noche, pero su bestial actuación a lo largo de la serie -especialmente en el cuarto partido, compitiendo enfermo, a lo Jordan en el 97-, y su notable período final en el choque decisivo le hicieron merecedor del trofeo por absoluta unanimidad. Enhorabuena, Dirk; enhorabuena, «Mavs».

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Histórico triunfo del Barça ante los Lakers

El deporte español sigue derribando barreras. Otro de los que hace unos años todos considerábamos como «imposibles» cayó anoche en el Palau Sant Jordi: el Regal F.C. Barcelona, el Barça, se convirtió en el primer equipo campeón europeo -y, por ende, en el único español- en tumbar a todo un campeón de la NBA.

Los azulgrana se deshicieron anoche por 92-88 de Los Angeles Lakers, y pusieron una nueva pica en Flandes para acercar el nivel del baloncesto FIBA al de la NBA. Cierto es que los angelinos, que se presentaban en Barcelona con Pau Gasol de «embajador», apenas si acumulaban en sus piernas dos semanas de entrenamiento no demasiado serio aún; pero ello no debe restar un ápice del mérito que para el Barça supone pasar a la historia como el primer club del viejo continente en vencer a una franquicia con el estatus de actual campeona de la NBA.

Eso sí, tampoco hay que pasarse de eufóricos y pensar que el Barça ha ganado una especie de copa intercontinental y ahora es el mejor del mundo, porque no es así. Pero si echamos la vista atrás y vemos cuál era la diferencia entre la FIBA y la NBA hace apenas diez años, debemos ser plenamente conscientes que lo de ayer no es la culminación absoluta de un sueño, pero se le aproxima bastante.

Los Lakers se presentaron en Barcelona para devolver la visita que los azulgrana realizaron hace dos años al Staples Center; y lo hicieron sin el lesionado Andrew Bynum pero con Kobe Bryant -disminuido, eso sí, porque acaba de salir de una lesión- y, sobre todo, con su «embajador» en la Cuidad Condal, Pau Gasol. El «hijo pródigo» volvía por segunda vez a casa, tras jugar y ganar con los Memphis Grizzlies en 1993 (80-91).

Pau, aunque sin buenos porcentajes de tiro, fue el mejor de su equipo con 25 puntos, comandando sobre todo durante la primera mitad el ataque de unos Lakers que, tras unos primeros 24 minutos muy igualados (45-44) -se jugó, como es normal en estos casos, con reglas de la NBA-, tomaron once puntos de ventaja en el tercer cuarto (49-60).

Cuando todo parecía preparado para la «fuga» angelina, un motivadísimo Pete Mickeal -«peleado» anoche con el 50% del equipo californiano- y, cómo no, Juan Carlos Navarro tomaron el mando de las operaciones y acercaron de nuevo al Barça ante unos Lakers en los que Phil Jackson tuvo que tirar más de la cuenta de Gasol -éste de forma lógica al jugar en su tierra-, Kobe, Artest, Odom y Fisher.

Los blaugrana tomaron la delantera segundos antes de llegarse al último parcial con un triple de Lakovic, pero Pau respondió con un 2+1 en la que quizás fuera la mejor jugada del día: un canastón en mate a aro pasado después de deshacerse de N´Dong y de Grimau (68-70).

Pero en el cuarto definitivo surgieron desde el triple (7 metros y 25 centímetros, como en la NBA) Navarro, Mickeal y Morris, para dar hasta siete puntos de ventaja al Barça (86-79). Los Lakers, por el contrario, firmaban un paupérrimo 0 de 14 en tiros de 3, que les lastró enormemente; y pese a que nunca se rindieron la seguridad en el tiro libre de la «Bomba» (25 puntos, como su amigo del alma y ayer rival) y de Mickeal (26) sentenciaron una victoria histórica para el baloncesto FIBA, para Europa, para el baloncesto español y, por supuesto, para el propio Barça, por mucho que los Lakers llegaran casi sin rodaje al Sant Jordi.

El Barça no es el mejor equipo del mundo; incluso no sé si tendría nivel para llegar a competir una temporada completa en la durísima NBA; pero lo único cierto es que lo que no pudo hacer el Olympiacos en 1997 contra los Bulls de Jordan en el añejo Open McDonald´s -aquél en el que el Joventut estuvo a punto de derrotar a los Lakers de Magic Johnson en 1991- lo consiguió ayer el Barça ante los Lakers de Kobe Bryant y Pau Gasol: pasar a la historia por ser el primer campeón de Europa en hacer morder el polvo a unos campeones de la NBA. Algo de lo que sólo podrán presumir ellos. Enhorabuena para el baloncesto español en general, y para el equipo azulgrana en particular.

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Lakers y Pau Gasol, bicampeones de la NBA (83-79)

No cabía más emoción. Con permiso del «Dios» del baloncesto, Michael Jordan, la NBA vivía ayer su episodio más importante desde hacía ya más de 20 años: Lakers y Celtics, Los Ángeles y Boston, en un séptimo partido de las finales. La rivalidad por excelencia en la liga profesional norteamericana, renacida definitivamente.

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Era la gran ocasión de los Lakers para tomarse la revancha de la derrota de 2008, y también para ganarle por fin un encuentro decisivo a sus rivales de toda la vida. Y la gran ocasión para los Celtics de asestarle un nuevo golpe histórico a la franquicia angelina.

Finalmente, tras un encuentro desastroso en sus tres primeros cuartos y auténticamente sublime en el último, los Lakers (83-79), remontando los trece puntos que alcanzaron los Celtics en el tercer período (36-49), han repetido título -nadie lo hacía desde que ellos mismos lograron tres consecutivos entre 2000 y 2002-, han ganado por primera vez a Boston en un séptimo encuentro, y con su anillo número 16, se colocan sólo a uno de los Celtics. Y, además, es el undécimo título para el gran «gurú» de los banquillos, como llaman a Phil Jackson.

BRYANT, MVP; GASOL, ESTELAR
Y en un partido tan especial hubo un hombre, el mejor baloncestista español de toda la historia, que fue una vez más decisivo. Pau Gasol estuvo hecho un coloso, sobre todo en el último cuarto, y sus 19 puntos y 18 rebotes fueron claves para el triunfo de su equipo.

Gasol, que logra su segundo título de campeón de la NBA, estuvo hecho todo un coloso bajo los aros, destacando especialmente un rebote vital en ataque capturado a 30 segundos del final, cuando los Lakers ganaban por tres puntos, jugada que acabó con dos tiros libres de Kobe Bryant. Pau, además, anotó varios puntos decisivos en los minutos más calientes, y sólo el excesivo porcentaje de fallos en los tiros libres -sobre todo para lo que en él es habitual- le impidieron lograr la excelencia baloncestística.

Para algunos debió haber sido el MVP de las finales, pero eso, al lado del anillo logrado y del reconocimiento de sus compañeros y aficionados, no tiene importancia alguna. Gasol, por si a alguien le quedaban dudas, se ha consolidado ya definitivamente como una gran estrella en la mejor liga de baloncesto del mundo; y un servidor, que le viene siguiendo desde sus comienzos en el Barça, está teniendo el enorme placer personal -como tantos otros aficionados españoles- de poder disfrutar de él. Que dure.

El premio de mejor jugador fue, cómo no, para Kobe Bryant. El mejor y más emblemático jugador de la historia de los Lakers fue ayer demonio y ángel. Su actuación antes del último parcial le hizo merecedor de que le corrieran a gorrazos, porque fue sencillamente infame. Pero en los doce minutos finales, amigo, se redimió y estuvo en un lado y en otro, anotando y reboteando, para acabar con 25 puntos y 15 rebotes. Su 6 de 30 en tiros de campo quedaba olvidado.

Nunca llegará a ser, en mi opinión, como Jordan -con el que constantemente se le compara- pese a que ya le queda sólo un anillo para superarle -6 a 5-; pero cuando se retire, el 24 -número que, junto al 8, es el que ha llevado en su carrera- debería colgarse en el Staples Center junto al 13 de Wilt Chamberlain, el 22 de Elgin Baylor, el 25 de Gail Goodrich, el 32 de «Magic» Johnson, el 33 de Kareem Abdul-Jabbar, el 42 de James Worthy, y el 44 de Jerry West, el hombre que, desde los Grizzlies, facilitó el traspaso de Pau Gasol hace 2 años y medio.

ARTEST, EL FACTOR CLAVE
Ahora bien, el elemento más importante para el triunfo de Lakers fue, sin duda, Ron Artest. El «leñero» por excelencia, el jugador más excéntrico que hay actualmente en la NBA, «aparece» de vez en cuando en ataque, y cuando lo hace, es imparable. Como ayer.

Él solito mantuvo en el marcador en el segundo cuarto a los Lakers con doce puntos; y él se encargó de anotar un triple vital a falta de 1:01 (79-73). Veinte tantos para el amigo, la tercera gran clave de los Lakers.

CELTICS, DANDO LA CARA HASTA EL FINAL
De los Celtics, qué decir que no hayamos dicho ya. Es un conjunto con orgullo, con carácter, y con enormes jugadores; que, sin uno de sus hombres claves, Kendrick Perkins -también estuvo prácticamente disminuído Bynum en los Lakers- plantaron cara durante todo el choque, se colocaron 13 arriba en el tercer cuarto y pelearon hasta el final la victoria en cancha contraria.

Rondo, Ray Allen, Pierce, Garnett y Wallace; todos y cada uno de los miembros de su quinteto inicial estuvieron por encima de los diez puntos de anotación; pero ayer «no hubo» banquillo. Ayer, el título estaba escrito que sería para los Lakers, que tiraron de todo lo que tenían para evitar que éste se les escapara en su propia casa.

«Sheed» Wallace, Allen y Rajon Rondo se empeñaron en dar emoción con tres triples en el último minuto y medio cuando los Lakers ya tocaban el anillo; pero los angelinos mantuvieron la cabeza fría y sentenciaron con dos tiros libres de «Sasha» Vujacic. Después, la locura; no era para menos.

Se había escrito uno de los mejores capítulos de la historia de las finales de la NBA, habían ganado los de casa y, encima, un españolito fue «starring» de este gran triunfo. Casi nada. Ahora Pau Gasol se dedicará a descansar, sin participar en el Mundial con la selección española. Aunque nos duela no poder contar contigo, te has ganado el descanso, campeón.

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Los Lakers barren a los Celtics (89-67) y fuerzan el séptimo partido

No va más. Desde 1994 (Houston Rockets-New York Knicks) no tenía lugar un séptimo y definitivo partido en unas finales de la NBA; pues bien, en 2010 la emoción de un cara o cruz para ambos finalistas está asegurada, ni más ni menos que con las dos franquicias más grandes de la historia de la liga profesional norteamericana.

Ayer los Lakers reaccionaron a lo grande y, desde el salto inicial, pasaron por encima de unos Celtics que, todo sea dicho, en cuanto su rival alcanzó la veintena de puntos de diferencia en el segundo cuarto, bajaron los brazos -al contrario que en otras ocasiones- y se dedicaron a pensar más en el gran choque de mañana jueves.

A ello ayudó la lesión de un Kendrick Perkins que se torció la rodilla en el período inicial y que no volvió a aparecer por la cancha. Las primeras exploraciones le convierten en seria duda para el definitivo encuentro, lo que sería una baja realmente sensible para los de Boston debido a todo lo que aporta el pívot titular en defensa, más o menos lo mismo que en su momento fue la de Andrew Bynum para los Lakers.

Pero cuando Perkins se retiró los Lakers ya estaban en vías de resolver el partido, utilizando justo las mismas armas que habían aupado a los Celtics hasta el 2-3 en la serie: intensidad defensiva -los angelinos mordían-, acierto más que decente en ataque y aportación de los hombres de banquillo, en especial de un «Sasha» Vujacic que ayer, en los minutos que estuvo en cancha, sí aportó lo que se espera de él, con 9 puntos y dos triples convertidos.

Y si a ello se le une que Pau Gasol, pese a estar físicamente bastante agotado, tiró de repertorio para quedarse a sólo una asistencia del triple doble (17 puntos, 13 rebotes y 9 asistencias); que Kobe Bryant estuvo en sus números con 26 puntos y 11 rebotes; que Ron Artest metió sus triples; que Odom apareció algo (8 puntos) y que los reservas célticos, a diferencia de lo que suelen hacer, ayer no aportaron casi nada, el resultado no pudo ser otro que el 51-31 del descanso y el 89-67 que registró definitivamente el electrónico del Staples Center.

El último cuarto sólo sirvió para que ambos equipos -pese a que Phil Jackson mantuvo a algunos titulares hasta el final- se dedicaran a dejar pasar el tiempo y a pensar en lo que van a tener entre manos dentro de dos noches: la batalla definitiva que, en ningún momento lo dudamos, no va a tener nada que ver con lo que se pudo contemplar ayer.

Los Celtics puede que no tengan a Perkins pero son bastante fiables fuera de casa y sólo han perdido dos partidos seguidos cuando ganaban a los Magic por 3-0; los Lakers jugarán al calor de su público donde se crecen enormemente y donde sólo han cedido un partido en todos los play-offs, pero esa derrota, recordemos, vino precisamente de manos de los Celtics y, además, la historia está totalmente en su contra si se miran los cara o cruz ante sus archirrivales de Boston.

¿Qué pasará? Visto lo visto vayan ustedes a saber; pero yo, que admiro a las dos franquicias por igual, deseo como es lógico que Pau Gasol salga del Staples Center con su segundo anillo colocado en su mano.

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Boston deja a Lakers al borde del precipicio

Quien gana el quinto encuentro de las finales de la NBA cuando éstas van empatadas en el cuarto, gana el anillo. Esta máxima, tan sólo quebrada cuando los Houston Rockets vencieron a los New York Knicks en 1994, está a punto de darle su 17º título a los Boston Celtics.

Los de Massachussets vencieron anoche a Los Ángeles Lakers por 92-86, en el quinto partido del play off final de la NBA (2-3 en total para Boston), y obligan al equipo de Kobe Bryant y Pau Gasol a haber la hombrada de ganarles los dos últimos encuentros en el Staples Center, algo que se ha demostrado que será muy, pero que muy difícil.

Para ello tienen que suceder varias cosas, sobre todo dos. La primera, que Boston pierda dos partidos consecutivos fuera del TD Banknorth Garden, lo que no ha ocurrido en todos los play-offs. Cierto es que Lakers tan sólo ha cedido un choque como local, pero éste ha sido precisamente ante los Celtics.

Y la segunda es que «vuelvan» los que ayer «no estuvieron» por parte de los Lakers. Es decir, todos menos Kobe Bryant. La megaestrella de los angelinos se metió entre pecho y espalda él solito 23 puntos consecutivos entre el segundo y el tercer cuarto, para terminar con un total de 38; pero los demás, nada de nada.

Gasol, horrible pese a sus dobles figuras en puntos y rebotes -12/12-, hizo el peor partido de toda la serie, siendo superado claramente tanto en defensa como en ataque; Odom continúa «missing»; Bynum sólo destacó al principio por su maltrecha rodilla; Artest pierde la cabeza muchas veces al intentar hacer cosas para las que está incapacitado; y Fisher no va a ser siempre el «salvador de la patria» porque tampoco puede. Con el resto, Phil Jackson casi ni cuenta, como bien sabemos.

Los Celtics, mucho más compactos, mucho más agresivos y, sobre todo, con un «fondo de armario» mucho más fiable, sin apabullar a su rival eso sí, controlaron el partido tal y como habrían deseado, y supieron administrar magistralmente la ventaja de 13 puntos lograda en el tercer cuarto a base de todo lo que acabamos de comentar.

Paul Pierce fue el mejor de los célticos con 27 puntos; pero es que Garnett, jugando medio partido, anotó 18; Rajon Rondo otros tantos -más 8 asistencias-; y Ray Allen, 12. Así es mucho más fácil ganar, sobre todo cuando del contrario tan sólo responde uno, por mucho Bryant que se llame.

En resumen, que los Celtics ahora tienen claramente la sartén por el mango. Los Lakers, pese a jugar como locales -sexto partido, el próximo miércoles-, deberán encomendarse a todo lo que se les ocurra para dar la vuelta a una serie que la mayoría pensamos que van a perder. Ah, y, por supuesto, pedir a los «ausentes» de ayer noche que «vuelvan» a las Finales. Si no, en breve éstas pondrán su punto y final.

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Las finales de la NBA continúan en tablas (2-2)

Era el sino de esta serie que se presumía larga y que, como aventurábamos, se va a ir al menos hasta los seis partidos. Ya comentábamos que los Lakers serían capaces de ganar a los Celtics al menos un partido en Boston, y esto se cumplió en el tercer encuentro.

En él los Lakers adquirieron una ventaja de 17 puntos en el segundo cuarto que dejaron escapar presa de sus propios errores y, por qué no decirlo cuando es verdad, de la lucha de unos Celtics que no se dan nunca por vencidos y que recuperaron la mejor versión de Kevin Garnett, quien por vez primera en la serie fue mejor que Pau Gasol -13 puntos y 10 rebotes-; aunque por el contrario sufrieron el horrible partido de Ray Allen, que después de su exhibición en el segundo choque, no metió ni una sola canasta de campo.

Con Gasol superado, sobre todo en defensa, y con un Kobe Bryant que, como en él es costumbre, se tiraba todo lo que le llegaba -es un supercrack, pero con él el juego de los Lakers a veces llega a ser desesperante-, tuvo que ser el salvador en muchos momentos decisivos, Derek Fisher, quien con 11 puntos saliera al rescate de unos Lakers que ganaron 84-91 y que se la devolvieron a los Celtics.

Sin embargo en el transcurso del tercer cuarto se produjo un hecho que puede ser decisivo para la suerte de las finales. Andrew Bynum, colosal en la pintura en los tres partidos, se resintió de la rodilla que tantos problemas le está causando en su carrera. Ayer, en el cuarto envite, tan sólo pudo disputar unos minutos meramente testimoniales, y su baja fue fundamental para que los Celtics igualaran la serie (96-89).

Tras un partido horroroso por parte de ambos equipos -el peor de la serie en mi opinión- en los tres primeros cuartos, y después de que Bryant -33 puntos y varios triples en la segunda mitad- y Gasol, como casi siempre, mantuvieran con ventaja a los Lakers ante unos Celtics dormidos, en el cuarto final el orgullo céltico despertó de la mano de su banquillo. Nate «Kryptonita» Robinson -llamado así porque, desde su minúscula estatura, le ganó un concurso de mates a Dwight «Superman» Howard- y Glenn Davis, «Big Baby», se hicieron los amos de la cancha y, sobre todo el segundo, dieron a su equipo una ventaja decisiva para ganar y poner el empate a dos.

Davis acabó con 18 puntos y un enorme trabajo con el que, ante la ausencia de Bynum, se comió literalmente a Lamar Odom. El triunfo de los de Boston quedó sellado con una canasta de Paul Pierce a minuto y medio del final, después de que Gasol perdiera un balón ante Kevin Garnett con 87-81.

Pau hizo de nuevo un muy buen partido -21 puntos, con pocos tiros de campo pero sacando muchas faltas de tiro, más 6 rebotes-, pero se mostró incapaz de luchar solo en el último cuarto contra Garnett, Perkins, Davis y Rasheed Wallace. Sin Bynum y con Odom «de vacaciones» Gasol jugó prácticamente todo el encuentro mientras que los pívots de los Celtics se repartieron los minutos y llegaron mucho más frescos al final.

El quinto partido, el último en el TD Banknorth Garden, se jugará el domingo y será vital para determinar la suerte de la final. Si Andrew Bynum no se recupera los Celtics, a poco que exploten el juego interior, muy probablemente ganarán de nuevo por su profundidad de banquillo, y se harán con el 75% de la serie porque será muy complicado que los Lakers les ganen los dos últimos encuentros en Los Ángeles.

Pero si la rodilla le da una tregua al «center» de los Lakers -que, hasta ahora, han ganado los partidos impares-, estoy convencido de que los angelinos, con un hombre que no es primera figura pero que es vital en su rotación, volverán a cobrar ventaja en la serie, y tendrán la ocasión de sentenciar el título en el sexto ante sus aficionados. ¿Qué ocurrirá? Lo veremos en un par de días.

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Lakers y Celtics empatan tras los dos primeros partidos de las Finales de la NBA 2010

Se preveía una serie larga, y parece que lo va a ser. Los Ángeles Lakers y Boston Celtics empatan a una victoria tras los dos primeros encuentros de las Finales, disputados en el Staples Center. Ahora marcharán a Boston, al TD Banknorth Garden, donde a partir de mañana tendrán lugar los tres siguientes partidos.

Quien pensaba que los Lakers iban a ganar fácilmente después del choque inaugural, estaban muy equivocados. En él la franquicia angelina, con un Pau Gasol (23 puntos/14 rebotes) y un Kobe Bryant estelares, le dio un soberano repaso (102-89) en el segundo y tercer cuarto a unos Celtics en los que Kevin Garnett estaba absolutamente destruido por el ala-pívot español; y en los que nadie metía ni un solo triple ni un solo punto tras los rebotes ofensivos. Fiesta, pues, en Los Ángeles.

Pero en el partido de ayer (94-103) las cosas fueron muy diferentes. Los Celtics, pese a que Garnett seguía «ausente» y con problemas de faltas, mejoraron las dos facetas restantes en las que tanto déficit tuvieron en el encuentro anterior; y de qué forma. Sobre todo los triples, en los que un Ray Allen majestuoso cogió su fusil en el segundo cuarto y «enchufó» ni más ni menos que siete consecutivos para un total de 8 de 11, la mejor marca de un jugador en toda la historia de un partido de las Finales. Los Celtics cogieron hasta 15 puntos de ventaja, que quedaron reducidos a seis en el descanso tras un gran final de los Lakers, con un 2+1 de Gasol y un triple de Kobe Bryant.

Pau (25 puntos) continuó con su «clínic» durante el tercer cuarto y, por los problemas de faltas de Kobe, se asoció con Andrew Bynum para hacer mucho daño a los Celtics en el tercer cuarto. Soberbio partido, una vez más, del español a quien, no obstante, en el último cuarto y tras descansar unos minutos, la pésima gestión de los Lakers en sus jugadas de ataque y la gran defensa de los Celtics prácticamente «ningunearon».

Nada más comenzar el período final, con el choque empatado, Kobe Bryant cometió su quinta personal, un factor no decisivo pero sí importantísimo en el devenir del juego porque el «jugador franquicia» de los Lakers fue, desde ese momento, un hombre menos para su equipo en las acciones defensivas, temeroso de cometer la sexta y definitiva falta. Y como en ataque no tuvo el día bueno -«sólo» 21 puntos y un 10 de 27 en tiros de campo-, Kobe fue ayer una rémora para los suyos.

El juego interior angelino desapareció por completo ante la falta de balones; y, además, ante la «bajada de brazos» de Bryant y del equipo en general en defensa, surgieron primero Nate Robinson y luego un excelso Rajon Rondo para ir labrando la victoria final de los Celtics. El base titular se marcó un triple doble (19 puntos/12 rebotes/10 asistencias) y llevó a los suyos a resolver el choque en los instantes finales para, así, retornar a Boston con el «factor cancha» recuperado.

Ahora bien, en mi humilde opinión esta final continuará tan igualada que los Lakers ganarán al menos un partido en Boston, y todo se resolverá en el Staples Center, bien en el sexto bien en el séptimo y definitivo encuentro. ¿A favor de quién? Me gustaría que de los Lakers por Pau Gasol, pero eso es algo que ni el mejor futurólogo puede predecir a día de hoy.

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Lakers y Celtics, a las Finales 2010 de la NBA

Parece que la NBA recupera definitivamente sus grandes duelos clásicos de los 60 y de los 80, lo que sin duda es una excelente noticia para la liga profesional norteamericana de baloncesto. Tanto Los Angeles Lakers como los Boston Celtics se han proclamado campeones de sus respectivas conferencias, y se medirán por el anillo por segunda vez en tres años.

Los Lakers, actuales campeones, han vencido en seis partidos a los Phoenix Suns en la Conferencia Oeste; mientras que los Celtics se han desecho también por 4-2 de los Orlando Magic, en el Este. Para Pau Gasol, que está teniendo una extraordinaria actuación en los play-offs -excepción hecha del encuentro de ayer-, será su tercera final desde que llegó a la franquicia californiana.

Las finales entre los Lakers y los Celtics -sólo pueden cruzarse en el definitivo play-off al pertenecer a diferentes conferencias- vienen a ser como los Barça-Real Madrid de la NBA, empezando por el hecho de que son los dos equipos con más títulos de la historia: 17 Boston y 15 Los Angeles. Ambas aficiones se profesan odio eterno desde que comenzara la rivalidad allá por los 60; y sin menospreciar a ningún otro rival, ganar un anillo ante su respectivo antagonista supone un placer por partida doble. Lakers y Celtics relanzaron la NBA en los 80 con jugadores como «Magic» Johnson, Kareem Abdul-Jabbar, James Worthy, Michael Cooper, Larry Bird, Dennis Johnson, Robert Parish o Kevin McHale.

Los duelos entre las estrellas de ambos equipos propiciaron unas audiencias de récord -sólo comparables luego a las de las hazañas de Michael Jordan-, algo lógico cuando sobre los parkets del Forum de Inglewood y del Boston Garden respectivamente tenían lugar los choques de mayor calidad y de resolución más inverosímil de toda la historia de la NBA. Hoy en día ambos equipos -o franquicias, como se dice en USA- han cambiado de cancha: los Lakers habitan en el Staples Center y los Celtics en el TD Banknorth Garden; pero el espíritu es el mismo como bien se pudo comprobar en 2008, año en el que se retomaron estos partidos en las finales después de 21 años.

Hace dos temporadas ganaron los Celtics 4-2; esta vez, pese a que la ventaja de campo es de Lakers, me atrevería a decir que los de Boston vuelven a partir como favoritos. El «doble salto mortal», apeando a dos equipazos como los Cleveland Cavaliers y los Magic siempre con el «factor cancha» en contra, así me hace pensar. Cierto es que la pasada temporada los de Orlando hicieron lo mismo que los Celtics de este año y al final el anillo fue para la cuadrilla de Pau Gasol; pero los Celtics, pese a haber ganado tan sólo el anillo de 2008 en los últimos 24 años, siguen siendo los Celtics.

Kevin Garnett, Paul Pierce, Rajon Rondo, Ray Allen, Rasheed Wallace… con todos estos cracks -más la ayuda de un banquillo que responde con creces- los Lakers me temo que van a sufrir más de la cuenta. Sobre todo porque los angelinos suelen tener a lo largo de los partidos unas trayectorias de dientes de sierra que, ante los de Boston, probablemente no les vayan a valer si las repiten.

Aunque de un conjunto que tiene como nº 1 a Kobe Bryant; como nº 2 a Pau Gasol; como líder en defensa a Ron Artest -siempre que no pase de ahí, pese a la canastita salvadora del quinto partido contra los Suns- y como «desatascadores» cuando la cosa se complica a Lamar Odom y, sobre todo, a Derek Fisher -que suele meter triples decisivos cuando más caliente está el tema- se debe esperar cualquier cosa relacionada con la renovación del título brillantemente obtenido en 2009 contra Orlando Magic.

Personalmente, claro está que voy con los Lakers puesto que por algo está ahí Pau Gasol. Además, el ala-pívot español tendrá la ocasión de resarcirse del «traje» que le hicieron los hombres interiores de los Celtics en 2008. Ojalá lo consiga, porque entonces nadie, absolutamente nadie, osaría ya discutir la trayectoria del mejor jugador del baloncesto nacional en toda su historia. Pero para eso, a partir del jueves, deberán tanto él como sus compañeros, ponerse las pilas desde el primer salto inicial hasta que suene por última vez la bocina en esta nueva final al mejor de siete partidos que se presume más que apasionante.

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Finales de la NBA 1997 y 1998: Jordan, contra Utah

MI PARTICULAR MEMORIA DEPORTIVA (6)

El recuerdo de los momentos más memorables del deporte vistos desde mi perspectiva nos lleva esta semana al mundo del baloncesto; más concretamente a las series finales de la NBA más espectaculares que se han visto en la liga profesional norteamericana desde las que disputaban los Lakers y los Celtics en los 80.

Me refiero a las finales de 1997 y 1998 entre los Chicago Bulls y los Utah Jazz, en las que el mejor jugador de la historia del baloncesto, Michael Jordan, y sus compañeros de los Bulls ( Scottie Pippen, Toni Kukoc, Dennis Rodman, Ron Harper y Steve Kerr, entre otros) dieron el do de pecho ante un equipo fantástico, liderado por los excelsos John Stockton y Karl Malone, y con secundarios de lujo como Jeff Hornacek, Bryon Russell o Greg Ostertag.

Los Jazz, dirigidos por su histórico entrenador, Jerry Sloan, lograron en el 97 formar un equipo de armas tomar en torno a sus dos grandes líderes, y se presentaron en las finales por primera vez en su historia, en donde tendrían enfrente a los Bulls. Chicago por su parte, tras su primer triplete y la primera retirada de Jordan, lograron recomponer el equipo (sólo él, Pippen y el legendario técnico Phil Jackson continuaban de la anterior etapa), y el año anterior arrasaron tanto en liga regular (batieron el récord de victorias en la historia de la liga, con 72), como en los play-off.

En la campaña 96-97 los Bulls mantuvieron el nivel, pero los de la franquicia de Salt Lake City salieron verdaderamente respondones, lo que nos llevó a una de las finales más bellas y más emocionantes de los últimos 20 años, en la que todos los partidos se resolvieron por márgenes sumamente apretados.

Después de dos victorias de los Bulls en el United Center (la primera de ellas con una canasta ganadora de Jordan sobre la bocina), Utah igualó la serie en su fortín del Delta Center, imbatido desde hacía varios meses. El quinto encuentro, también en Utah (el formato de las finales de la NBA, al mejor de siete partidos, es 2 partidos en casa del equipo con ventaja de campo, 3 en cancha del rival y, si hacen falta, otros dos en el hogar del mejor clasificado), se presentaba vital para ambos conjuntos; y las cosas para los Bulls no pudieron comenzar peor, puesto que los días previos Jordan fue víctima de una fuerte gastroenteritis que le tuvo físicamente muy mermado.

Pero si los grandes campeones se distiguen por algo es por su capacidad de superación ante las adversidades. Jordan no sólo no fue baja, sino que salió a la cancha, se marcó 38 puntitos y fue, quién si no, el que le dio la puntilla a los Jazz con un triple decisivo a menos de medio minuto para el final.

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Los Bulls ganaron 88-90, y dejaron el título a punto de caramelo. Pero quien pensaba que el sexto partido iba a ser un paseo militar, se equivocaba profundamente. En Chicago los Jazz fueron por delante durante casi todo el tiempo, pero a los últimos segundos se llegó con empate a 86, y en esa tesitura nadie, absolutamente nadie, fue capaz de ganar a aquellos Bulls en situaciones límite.

En un tiempo muerto Jordan y su compañero, el base Steve Kerr («Wyatt Earp», el pistolero más rápido del oeste americano, para el gran Andrés Montes) planearon la jugada clave. Ante el sobremarcaje que iba a sufrir la estrella, Kerr, uno de los mejores tiradores de la NBA, estaría listo para resolver; y exactamente así sucedió.

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Simplemente, magistral. Toni Kukoc, la gran estrella croata, se encargó de cerrar la serie y el título con un mate, tras aprovechar una pérdida de los Jazz en el casi desesperado ataque final. Quinto anillo para Chicago, y una nueva prueba de fuego superada por un equipo mítico, comandado por un jugador verdaderamente legendario.

«¡Bienvenidoooos al vuelo número 23…!»
Pero, como diría el no menos mítico Super Ratón, no se vayan todavía, que aún hay más. La siguiente temporada fue la confirmación de los Jazz como verdadera alternativa al título, ya que mantuvieron la base que casi les llevó al éxito total en 1997, y además consiguieron la primera plaza en la liga regular, lo que les dio ventaja de campo durante todos los play-offs. Los Bulls, por el contrario, pese a mantener también el bloque, fueron dando más tumbos, como en la final de conferencia ante los Indiana Pacers, que solamente ganaron gracias al «factor cancha», justo lo que tendrían en contra en aquella ocasión ante Utah.

La de 1998 fue una final un tanto menos equilibrada y emocionante que la anterior, hasta que llegaron los últimos partidos. En el quinto los Bulls ganaban 3-1 y disponían de «match ball» en casa, pero se dejaron sorprender por Malone (imperial, con 39 puntos), Stockton y cía, con lo que si querían repetir triplete no tenían más remedio que vencer en territorio enemigo.

Sin embargo, como años después diría el compañero de Digital + Sixto Miguel Serrano, ¿cuántas veces estuvieron contra las cuerdas aquellos Bulls? Muchas. ¿Y cuántas se levantaron? Todas, absolutamente todas. Con Scottie Pippen presente pero lesionado en la espalda, y con Kukoc y Kerr ciertamente desacertados en ataque, el peso ofensivo lo volvió a llevar Michael Jordan (45 tantos, como si nada); y el desenlace, conocido hasta la saciedad, no merece más comentarios que el recuerdo de las imágenes y de las voces, como el año anterior, de Andrés Montes y de Antoni Daimiel.

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Seis anillos, seis; como en los mejores carteles taurinos. Ese fue el legado de unos Bulls y de un Michael Jordan que, tras aquel memorable final, se retiró por segunda vez, para reaparecer tres años más tarde en las filas de un equipo menor, como los Washington Wizards. Para los Jazz, para Stockton y Malone, aquellas dos finales supusieron el cúlmen de sus carreras deportivas, pero al mismo tiempo la gran oportunidad perdida para hacerse con un título. Y es que la «pareja de baile» más compenetrada de los 90 en la NBA entró a formar parte de una lista, la de los grandes jugadores (entre los que se encontraban ya otros como Charles Barkley o Shawn Kemp) a los que el señor Jordan impidió ganar el que posiblemente sea el trofeo más preciado por un jugador de baloncesto: un anillo de campeón de la NBA.

Pero para la memoria de los aficionados, Stockton, Malone y todos los Jazz de Utah fueron los principales responsables de ofrecernos un ciclo de dos finales de la NBA de las más espectaculares de toda la historia de la liga norteamericana de baloncesto; y los principales responsables de la nueva superación de ese ídolo de todos los aficionados al deporte de la canasta que es Michael Jeffrey Jordan.

Y en este recuerdo no podía faltar, para terminar, una mención especial, por supuesto, al grandísimo y tristemente fallecido en septiembre, el «negro» Andrés Montes, y a Antoni Daimiel. Sin sus extraordinarias retransmisiones para Canal + estas dos pedazo de finales no habrían sido lo mismo.

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Los Lakers y Gasol, campeones de la NBA; España golea en la «Confecup»; y otras noticias

Se acabaron las finales de la NBA. Los Ángeles Lakers remataron la pasada madrugada a los Orlando Magic derrotándolos por 86-99, y se hicieron con el anillo de campeones, el 15º en su historia, lo que supone que Pau Gasol, ya sí, es el primer español en ser campeón de la liga profesional norteamericana.

Lakers, campeones. Foto: Marca.com

Lakers, campeones. Foto: Marca.com

Fue, junto al primero, el triunfo más sencillo de los cuatro. Después de un primer cuarto en el que ambos equipos intercambiaron golpes, en el segundo los Lakers dieron el arreón decisivo. Liderados en la anotación por Kobe Bryant -MVP de las finales- y, una vez más, por Trevor Ariza -este chico ha tenido en esta serie la virtud de enlazar triples en los momentos más decisivos-, y en la defensa por Gasol, los Lakers se fueron al descanso por diez puntos; y durante el tercer cuarto aguantaron la última embestida de los Magic, que llegaron a estar sólo cinco puntos por debajo. Fue el canto del cisne de los locales, porque los Lakers reaccionaron y se fueron nuevamente de 15 puntos. Howard tampoco apareció ayer -no le dejó Pau, como en toda la serie-, y la mejora con respecto al partido anterior de Rashard Lewis -18 puntos- no sirvió de nada porque ni Pietrus ni, sobre todo, Turkoglu, aparecieron en el encuentro con la contundencia de otros días.

Los últimos 12 minutos sirvieron para ir celebrando poco a poco el título, y para que Gasol -14 puntos, 15 rebotes y 4 tapones ayer- disfrutara como un niño en cuanto sonó la bocina final. No era para menos; para eso lo ficharon los Lakers hace año y medio, y para eso él aterrizó en una de las mejores franquicias de la historia del baloncesto profesional norteamericano. Por su parte, Phil Jackson «completó» sus dos manos, con su décimo anillo como entrenador -a los que hay que sumar uno como jugador de los New York Knicks en 1973-, cuatro con los Lakers y seis con los históricos Bulls de Michael Jordan.

España, plácido debut en la Copa Confederaciones

Pasando ya al fútbol, como se esperaba España goleó a Nueva Zelanda -5 a 0- en el primer partido de su grupo en la Copa de las Confederaciones. Torres, con un hat-trick en catorce minutos, y Cesc a pase de Capdevila, dejaron el partido resuelto antes de la media hora. Al poco de empezar la segunda parte Villa, tras un fallo de la defensa neozelandesa, completó la manita. El próximo partido de la selección será el miércoles a las 16:00 ante Iraq, que ayer empató a cero con el equipo anfitrión, Sudáfrica, en el partido inaugural del campeonato.

Podium de la Dauphiné. Foto: Marca.com

Podium de la Dauphiné. Foto: Marca.com

Valverde revalida el triunfo en la Dauphiné Liberé

Alejandro Valverde sigue respondiendo con triunfos ante la injusta sanción del Comité Olímpico Italiano. Dado que posiblemente no podrá disputar el Tour al transcurrir una de sus etapas por Italia, el corredor murciano se propuso vencer por segundo año consecutivo en la Dauphiné Liberé -prestigiosa carrera de una semana que transcurre por los Alpes franceses-, y lo consiguió. Dejó atrás en la general a dos de los grandes favoritos para el Tour, Evans y Contador, y demostró seguir siendo el mejor corredor del mundo en clásicas y pruebas de una semana. Una verdadera lástima -por no usar otra palabra más gorda- la sanción de dos años sin poder correr en suelo italiano -aún no se han encontrado pruebas oficiales que puedan culparle de dar positivo en la Operación Puerto-, porque este año podía haber sido el año de Valverde en el Tour. Ellos se lo pierden.

Marc Gené, vencedor en las 24 Horas de Le Mans

Y terminamos el repaso a la actualidad deportiva con otra nueva barrera derribada por el deporte español. Marc Gené, nuestro piloto ex de Minardi en Fórmula 1 y actual probador de Ferrari, se impuso ayer junto a sus compañeros Alex Wurz y David Brabham, en la mítica prueba de las 24 Horas de Le Mans. Los tres pilotos, a bordo de un Peugeot, rompieron la hegemonía de la marca alemana Audi en los últimos años, y vencieron después de haber dado 382 vueltas, una menos que los también pilotos de Peugeot Sarrazin, Montagny y Bourdais -favoritos del público y de la marca al ser franceses-, siendo tercero el trío de Audi compuesto por Kristensen, McNicsh y Capello. Enhorabuena para Gené, un veterano piloto curtido en mil batallas, y al que el automovilismo le debía un gran triunfo como el de ayer.

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