Minuto 34 del partido entre el Betis y el Málaga, celebrado el pasado domingo en el estadio Benito Villamarín. Los verdiblancos, que ganan por 2-0, disponen de un penalti a favor, que se dispone a lanzar Jorge Molina, ante Willy Caballero. El lanzamiento del delantero bético bota entre 30 y 50 centímetros dentro de la portería después de dar en el larguero, pero ni el colegiado ni su asistente conceden el que debía haber sido el tercer gol de los de Pepe Mel. Un claro ejemplo más de la conveniencia de aplicar lo antes posible la tecnología en el balompié, no para cualquier cosa, sino para acabar con la controversia en acciones de este tipo.
Los goles «fantasmas» existen desde los comienzos de la historia del fútbol, y continuarán existiendo. En España todos recordamos el célebre «gol de Michel» ante Brasil en el Mundial México 86; pero sin duda el gol «fantasma» más famoso, por su trascendencia, sigue siendo el del inglés Geoffrey Hurst en la final del Mundial de Inglaterra 66 frente a la República Federal de Alemania, que decantó el título hacia el equipo anfitrión.
Cuarenta y cuatro años más tarde, la historia compensó a los alemanes al «permitir» que el colegiado de turno no viera el gol de Lampard en los octavos de final de Sudáfrica 2010. La vaselina del centrocampista de Inglaterra traspasó como dos metros la línea de gol; cierto es que Alemania ganó claramente por 4-1, pero esa acción habría supuesto el momentáneo empate a dos, con lo que todo podía haber cambiado. Y hace menos de un año, en el Ucrania-Inglaterra de la última Eurocopa (0-1), el juez de área se «tragó» un tanto de los ucranianos al no ver cómo el defensa inglés sacaba el balón -ligeramente, eso sí- por detrás de la línea.
Siendo garrafales estos fallos ya comentados, lo de Heliópolis, en cambio, me parece más grave. No por su trascendencia, ya que el Betis-Málaga al fin y al cabo terminó 3-0 -aunque, ojo, que con el 4-0 se habría igualado el «average» particular entre dos equipos que podrían estar peleando por posición al final de la liga-; sino porque si un asistente ubicado en la mismísima línea de fondo no es capaz de ver ese gol, apaga y vámonos. Y si no estaba atento, directamente sería de durísima sanción arbitral, para mí. Imaginemos, por ejemplo, que se decidiera un título o, peor aún, un descenso, ni tan siquiera por anular un gol; sino directamente por no darlo habiendo entrado la pelota de forma tan clara.
Por fortuna, la FIFA se está atreviendo a dar los primeros pasos con la aplicación, a modo de prueba, del «Ojo del Halcón» tanto en el último Mundial de Clubes como en la próxima Copa Confederaciones; no es que vaya a resultar un éxito inmediato, pero algo es algo. Pepe Mel decía tras el partido del domingo, con toda la razón del mundo, que no importa perder 30 segundos si, tras consultar un monitor de televisión, se acaba con la duda en los goles «fantasmas». FIFA parece estar dispuesta a hallar la solución; sólo falta ahora que Platini -es decir, la UEFA- se deje de historias como la de los jueces de área y se decida, de una vez, a seguir estos pasos.
#1 by Ana on 26 marzo 2013 - 0:25
En ámbitos deportivos, es bien sabido que el fútbol es uno de los deportes a nivel mundial que mayor dinero e intereses mueven. Actualmente el rendimiento y la preparación física en fútbol esta muy ligada a la tecnología, se usan cámaras de alta velocidad y de seguimiento de jugadores, dispositivos GPS, máquinas de alta tecnología para la musculación y recuperación; en definitiva los clubes y federaciones internacionales gastan miles y miles de euros para mejorar en rendimiento y precisión. Esto me lleva a pensar que deben de existir otros intereses EXTRATERRENALES. Quizás no compense tecnificarlo. El fútbol perdería su principal esencia sin la posibilidad de criticar al árbitro por los malos resultados de los equipos, portadas y comedero de los medios de comunicación y no sólo eso apuestas, amaños. Que conste que estoy a favor del uso de tecnología en el fútbol, siempre que no interceda en el desarrollo del mismo.