Fernando Alonso ganó ayer el Gran Premio de Alemania de Fórmula 1, y aumenta su distancia al frente del Mundial. Al asturiano (154 puntos) le separan ya 34 de Mark Webber (120) y 44 del actual bicampeón Sebastian Vettel (110). Una distancia ni mucho menos definitiva porque aún quedan diez carreras -la próxima, sin ir más lejos, este domingo en Hungría-, pero sí importantísima y, sobre todo, impensable a principios de temporada.
Es la tercera victoria de Alonso en 2012, y si en la primera (Malasia) se pudo aprovechar de su pericia sobre mojado y en la segunda (Europa/Valencia) de una avería de Vettel -además de su coraje y su arrojo-, la de ayer en Hockenheim, en casa del “monarca” de la Fórmula 1, no ofrece ningún paliativo. Toda una lección sobre seco -tras su “pole” del sábado bajo el agua- en la que, además de su enorme calidad como piloto, se puso de manifiesto la notable mejora de su coche, el Ferrari.
Desde hace ya algunos años existe no un quórum, pero casi, sobre el paddock acerca de que el mejor piloto que hay en la parrilla no es otro que Fernando Alonso; afirmación que se puso de manifiesto cuando en 2010 estuvo a punto de ganar el Mundial tras remontar una barbaridad de puntos a mitad de temporada, y que se confirmó el pasado año cuando, con algo más parecido al “troncomóvil” de los Picapiedra que a un Fórmula 1 supo “arrancar” una victoria a los invencibles Red Bull, además de lograr varios podiums. Por eso más de uno, cuando el Ferrari -que además era, y sigue siendo, sinceramente, feo como ningún otro- estaba a dos segundos de Vettel/Webber y de los McLaren antes de empezar la campaña, nos lamentábamos -me incluyo entre ellos- de que en Maranello fueran incapaces de darle al campeón de 2005 y 2006 simplemente un monoplaza competitivo.
Fuimos muy duros entonces con Luca Cordero di Montezemolo y Stefano Domenicalli; así que ahora, cuando está a punto de cumplirse el ecuador del campeonato, veo más que justo alabarles por haber sabido dar, antes de que fuera demasiado tarde, con la tecla para proporcionar a Alonso lo que éste necesitaba para volver a la senda de las victorias o, por lo menos, de los podiums con regularidad.
El Ferrari sigue sin ser el coche más rápido -Red Bull y McLaren todavía le superan, y Lotus anda ahí, ahí-, y todavía, en determinados circuitos, las prestaciones con determinados tipos de neumáticos -por ej. en Silverstone con los duros-; pero esos casi dos segundos por vuelta de los que hablábamos antes han trocado en un monoplaza capaz de rendir en condiciones en casi todas partes.
De tal forma que, aunque todavía les queda margen de mejora con respecto a sus rivales -miren si no dónde está Massa, 14º con unos míseros 23 puntos-, el magisterio y la magia al volante de Fernando Alonso hace el resto como para que estén en disposición de volver al trono de la Fórmula 1, al menos en el campeonato de pilotos, el que realmente vale.
Un magisterio que, durante el año pasado y las primeras carreras de éste, ni tan siquiera era suficiente como para estar ahí arriba de forma regular, a excepción de los oasis británico en 2011 y malayo a principios de temporada. Y ahí residen mis alabanzas y felicitaciones a la mítica “Scuderia” del “cavallino rampante”. Porque así es mucho más fácil que tanto ellos como sobre todo Alonso -en lo que nos respecta a los españoles- sean de nuevo campeones del mundo.
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