Se acabó el Tour de Francia 2012, con la confirmación del ascenso definitivo a la élite del ciclismo británico, merced al dominio avasallador del equipo Sky: victoria final de Bradley Wiggins (más dos etapas); segundo puesto para Chris Froome (una etapa); y tres triunfos parciales para la bala Mark Cavendish.
Ha sido un Tour histórico -Wiggins es el primer súbdito del Reino Unido que consigue vestir de amarillo en los Campos Elíseos-, a la vez que mediocre. No entraré a valorar si ha sido el peor de los últimos 15-20 años, pero no me extrañaría para nada que así lo consideraran. Y no porque Wiggins no sea un digno ganador, ya que su conversión de mejor pistard del mundo en 2008 -multicampeón olímpico- a rey en las carreteras francesas es más que meritoria; sino por las circunstancias que han rodeado a la carrera tanto antes como durante la misma.
En primer lugar, por la participación. Sin el sancionado Contador y el lesionado Andy Schleck, y fuera de combate por caídas un corredor combativo donde los haya como Samuel Sánchez, ésta se quedaba de entrada más bien coja. Luego, por el recorrido, con mucha contrarreloj y muy poca montaña, que recordaba a los primeros Tours de Miguel Indurain, sobre todo el de 1991. Aunque entonces, a diferencia de ahora, había tipos que aprovechaban cualquier repecho para atacar y presentar batalla.
Y este último es el tercer y definitivo factor. Ausentes los antes mencionados, apenas si ha habido alguien que se haya decidido o haya tenido fuerzas para poner el pelotón en fila de a uno cuando han llegado las cuestas; y para colmo al que se atrevía -Froome- la política del equipo Sky lo retenía hasta el punto de neutralizar por completo la casi nula lucha que ha existido por la clasificación general.
El compatriota de Wiggins, segundo en la Vuelta 2011, ha sido -si descontamos los golpes faltos de fuerza de Nibali- el único capaz de hacerle sufrir en la montaña, y aunque el golpe de mano de este último ayer en la crono apaga un poco el debate, no puede dejar de pasárseme por la cabeza la idea de qué habría sucedido si Froome hubiese tenido carta blanca, porque al menos en tres etapas se vio sumamente más fuerte que su líder.
Wiggins, un admirador de Indurain en sus años mozos, ha corrido exactamente igual que el navarro, marcando las diferencias en las contrarrelojs y aguantando en la montaña. Pero mientras Miguelón imponía también su ley cuesta arriba frente a los Bugno, Chiappucci o Rominger, a Wiggins se le ha visto flaquear claramente ante Froome tanto en los Alpes como en los Pirineos.
Cual escudería de Fórmula 1, el Sky quería descaradamente que el Tour lo ganase Wiggins, y así ha cumplido, en detrimento incluso del -poco- espectáculo que podía llegar a haber en el presente Tour; un espectáculo que, en buena parte, ha corrido de parte de Thomas Voeckler. El francés, idolatrado y odiado a partes iguales por su excesivo histrionismo sobre la bicicleta, se ha ganado definitivamente la admiración del mundo del ciclismo por su combatividad y sus constantes ganas de lucha. Sus dos etapas y su maillot de la montaña, justa recompensa para él. Y tampoco debemos olvidarnos de Peter Sagan, 22 años, tres etapas y el maillot verde en su primera participación; todo un diamante en bruto de cara a los próximos años.
¿Y España? Pues el ciclismo nacional al final ha cumplido con una nota realmente digna. Cuatro valores importantes como Luis León Sánchez, Valverde, Rojas y Samuel Sánchez se veían envueltos en sendas caídas que provocaron los abandonos de los dos últimos, y dejaron muy mermados a los primeros.
Sin Contador, todo pintaba muy negro, pero tanto Valverde como “Luisle” se han recuperado, firmando un triunfo de etapa por cabeza y mucha combatividad en la segunda mitad por parte del de Rabobank, que firmó ayer una crono excepcional -tercero- que incluso otorga esperanzas de hacer algo importante en la de los Juegos. Además, un veterano como Haimar Zubeldia ha conseguido acabar sexto, sin recibir ayuda alguna de su equipo, el caótico Radioshack y después de superar un problema de corazón a principios de año. Bravo por el guipuzcoano.
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