El poder vital del ajedrez



CRÍTICA DE CINE

PELÍCULA: EL JUGADOR DE AJEDREZ
DIRECCIÓN: Luis Oliveros
GUIONISTA: Julio Castedo
MÚSICA: Alejandro Vivas
FOTOGRAFÍA: Juan Carlos Gómez
REPARTO: Marc Clotet, Melina Matthews, Alejo Sauras, Stefan Weinert, Mike Hoffmann, Andrés Gertrúdix, Pau Durà, Lionel Auguste, Maarten Dannenberg, Christian Stamm, Juan Del Santo, Blanca Zurdo, Karlos Klaumannsmoller, Scott Alexander Young, Martin Angerbauer, Jaume Cervera
PRODUCCIÓN: Ishtar Films / Tornasol Films / Hernández y Fernández Producciones Cinematográficas
GÉNERO: Drama / Ajedrez / Ambientación histórica
NACIONALIDAD: Española
AÑO: 2017
DURACIÓN: 98 minutos
CALIFICACIÓN: * * * (sobre 5)

Diego Padilla (Marc Clotet), joven y brillante campeón de España de ajedrez en 1934 y apolítico por convicción, marcha en los inicios del Franquismo a París, ciudad natal de su esposa, Marianne Latour (Melina Matthews), a la que había conocido la misma noche de su gran éxito. Allí, junto a ésta y a la hija de ambos, Padilla comienza una nueva vida… que se ve truncada cuando es acusado de espionaje por los nazis y encerrado en una prisión de las SS. Allí su profesión y pasión por los escaques se convierte en su tabla de salvación, debido a la gran afición por el ajedrez que también manifiesta el oficial al mando, el coronel Maier (Stefan Weinert).
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Así podríamos presentar este trabajo de Luis Oliveros, director con un currículum un tanto desigual pero que aquí logra conducir con bastante éxito la adaptación de la novela que Julio Castedo publicara en 2009, inspirándose un poco en la historia de la permanencia del gran campeón ruso/francés Aleksander Alekhine -pronúnciese “Aliojin”– en la París ocupada por los nazis.

Y es precisamente la recreación fidedigna -como instructor que soy de la Federación Andaluza puedo dar fe- del llamado por muchos “el juego de los juegos” el punto más fuerte de este film, que alcanza sus cotas de mayor brillantez con un tablero de por medio. Desde el contundente inicio ganando el campeonato de España con suma inteligencia hasta las lecciones que imparte al coronel nazi, pasando por cómo intenta convencer a éste de que sabe jugar lo suficientemente bien como para que el jefe de la facción parisina de las SS pueda depositar en él su confianza.

Precisamente esta escena se constituye, para mí, como la mejor de todas. Un pasaje que todo buen cinéfilo y aficionado al ajedrez disfrutará, con el cara a cara entre Marc Clotet y Stefan Weinert. Clotet, sin desempeñar un papel de Oscar, sí que convence en líneas generales metido en la piel de Padilla, triunfador en los escaques pero desgraciado en la batalla de la vida; Weinert, algo parecido como el hierático Maier.

Del resto, especialmente buena -a pesar de su brevedad- es la aportación de Alejo Sauras, el amigo -casi un hermano- republicano de izquierdas de Padilla; y también Melina Matthews, notable y encantadora haciendo de la periodista francesa con la que Padilla decide compartir su vida. Sin olvidarnos de la colaboración de Andrés Gertrúdix como el infortunado compañero de mazmorras del protagonista.

Ellos son los que soportan, casi en su totalidad, el peso de un guión sin excesivos requiebros y complicaciones -la causa de todo el conflicto se ve venir de lejos-, pero narrado de forma sencilla en el mejor de los términos; es decir, llegando al espectador y manteniendo el interés y la emotividad hasta los créditos finales. Todo en una ambientación conseguida, que a algunos les puede parecer muy de telenovela de época, pero con la que la película -como en la mayoría de los aspectos- no deslumbra pero sí que se puede decir que da la talla de sobra.

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