La llegada al poder en Alemania de Adolf Hitler le dio a Chaplin la idea para hacer El gran dictador. Entre Hitler y Charlie había ciertas similitudes producidas por la mera casualidad, fundamentalmente que nacieran con sólo cuatro días de diferencia en 1889; y que Adolf, en cierto modo, “copiara” el bigote a nuestro protagonista.
Pero no fue esto, por mucho que le fastidiara, lo que llevó a Chaplin a parodiarle en su primera película sonora; sino especialmente su dictatorial política antisemita al frente del partido nazi. El gran dictador fue, sin duda, la producción más ambiciosa llevada a cabo por Chaplin desde La quimera del oro; y también la más polémica.
Su genial actuación como Adenoid -“Astolfo”, en España- Hynkel y el pequeño barbero judío -con muchas reminiscencias de su tradicional vagabundo-, aunque recibió el reconocimiento unánime de la crítica, no gustó en gran parte de Estados Unidos. Nadie, al menos entre las personas serias, discutió la valía de un film en el que Chaplin, cuatro años después de Tiempos modernos, repitió con Paulette Goddard, e introdujo en el reparto a secundarios excepcionales como Reginald Gardiner (el comandante Schultz) y, sobre todo, Jack Oakie, candidato al Óscar como Mejor Actor de Reparto por su personaje de Benzino Napoloni (Mussolini, para entendernos).
Y nadie se atrevió a criticar, en el sentido negativo, determinadas escenas como la del dictador con el globo; la del afeitado al son de la Danza Húngara Nº 5 de Brahms; o la cena entre los miembros del Ghetto; puro cine mudo en pleno film sonoro. Pero su comprometido y célebre discurso pronunciado apasionadamente al final de la película enervó a buena parte de la sociedad americana, que comenzó a tacharle de comunista.
Un discurso que nunca habría sido incluido de haberse comenzado el rodaje poco antes. Cuando ya tenía ideado y rodado un desenlace en el que los soldados de asalto de Tomainia pondrían el fin danzando y bailando en el recién invadido país vecino Osterlich, Chaplin comenzó a tener pleno conocimiento de los verdaderos horrores que “su” bufón Hitler estaba cometiendo. Esto le llevó a modificar toda la parte final, borrando cualquier atisbo de sátira y parodia; y también a confesar, años más tarde, que de haber sabido de verdad todo lo que se estaba llevando a cabo en los campos de concentración, jamás habría realizado la película.
El gran dictador, estrenada en 1940, fue el motivo por el que se intensificó la persecución hacia Chaplin del Comité de Actividades Antiamericanas, que había comenzado años antes. Era el comienzo de la tristemente célebre época de la “caza de brujas” en Estados Unidos; posiblemente la época más dura en la vida de nuestro artista.
(CONTINUARÁ…)
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