35 años sin Chaplin (4)



TERCERA PARTE

Después de El gran dictador, la popularidad de Chaplin en Estados Unidos y el cariño hacia él de la sociedad norteamericana en general decayeron rotundamente, sobre todo entre su clase dirigente. En el país del Tío Sam no gustó el discurso final de la película; ni tampoco, entre otras cosas, que nuestro protagonista -que, viviendo allí regularmente desde 1914 en ningún momento solicitó la nacionalidad- expresara en su momento que había que ayudar a Rusia cuando Hitler y Alemania invadieron el país en 1941.

En lo sentimental, un año más tarde Chaplin conoció a la mujer que le dio, por fin, la estabilidad deseada y recomendada desde hacía muchos años: Oona O´Neill, hija del conocido dramaturgo Eugene O´Neill. Poco más tarde, en el cuarenta y tres, se casaron, a pesar de la enorme diferencia de edad que había entre ambos. Él ya iba por los 54; mientras que Oona solamente llegaba a los 18; más o menos la media de edad de las tres esposas anteriores de Chaplin, y también de gran parte de sus relaciones.

Charlie y Oona: con ella llegó el amor y la felicidad marital

Era lógico pensar que Oona iba a ser una más en su lista; así lo hizo su padre, con el que ella dejó de hablarse porque a él ni mucho menos le gustaba Chaplin; pero a la cuarta todo salió bien: Charlie encontró la prolongada felicidad marital que no le dieron Mildred Harris, Lita Grey ni tampoco Paulette Goddard; y también ocho hijos: Geraldine -“nuestra” Geraldine Chaplin-, Michael, Josephine, Victoria, Eugene, Jane, Annette y Christopher, que se unieron a Charlie jr y a Sydney, descendencia con Lita Grey.

EN MEDIO DE LA AMARGURA, MONSIEUR VERDOUX
Pero, por lo demás, la vida de Chaplin en Estados Unidos fue haciéndose más dura. Las acusaciones de comunismo se fueron recrudeciendo tras el comentado apoyo moral a Rusia; y poco después de casarse con Oona, una señorita llamada Joan Barry con la que él había tenido un “affaire” sexual, le puso -animada por el FBI y por Hoover, que deseaba con todas sus fuerzas pillarle de algún modo- una demanda de paternidad, a pesar de que en las fechas en las que la hija de Barry debió ser concebida ellos dos no hicieran absolutamente nada. Dio igual que unos análisis de sangre demostraran que no era el padre: Chaplin fue condenado a pasar una pensión a la niña, hasta que ésta cumpliera los 21 años.

Toda esta amargura desembocó en su película más ácida, Monsieur Verdoux (1947), una obra maestra que, como la anterior, no sentó nada bien en Estados Unidos, cuyo público de a pie tardó bastante tiempo en llegar a comprender. Chaplin nunca había tocado el género de la comedia negra, y en su segunda película sonora presentó una historia de asesinatos no exenta del clásico humor chaplinesco, a partir de un libreto escrito por Orson Welles y adaptado por Charlie, después de que le comprara los derechos al genial cineasta.

Chaplin es Henry Verdoux en "Monsieur Verdoux"

Chaplin se mete en la piel de Henry Verdoux, un honrado empleado francés de banca que, tras ser despedido de su trabajo después de 35 años en el mismo, y habiendo perdido la fe en la especie humana, se dedica a ganar “plata” casándose a la vez -adoptando identidades diversas- con mujeres más o menos adineradas y quitándoles la vida después; al estilo del famoso asesino Henri Landrú. Todo ello con el objetivo de darles una vida mejor a su esposa real, inválida, y al hijo de ambos, los cuales son absolutos desconocedores de sus prácticas. Cuando estalla el “crack” de 1929, tras arruinarse y perder a su familia, Verdoux se rinde, y acaba entregándose a su destino.

Verdoux, preparado para intentar asesinar, infructuosamente, a Annabella -Martha Raye-

La película tiene escenas realmente hilarantes, sobre todo aquellas en las que Verdoux intenta, inútilmente, acabar con Annabella, una de sus esposas, genialmente interpretada por Martha Raye. Pero lo que predomina en la mente de quien la ve no es sino el breve discurso del protagonista a la hora de ser juzgado, un alegato en contra de la hipocresía humana para con él, en contraposición con los múltiples crímenes de las guerras auspiciadas por las grandes potencias. Un pensamiento culminado con dos frases expresadas mientras, en su celda, espera su ejecución: “Por un asesinato eres un villano; por muchos, un héroe. Los números santifican, amigo mío“.

CANDILEJAS, TESTAMENTO ARTÍSTICO

Algo así no podía quedar impune en un país con una mentalidad como la de Estados Unidos, especialmente en aquella época. Allí acabaron por darle la espalda definitivamente, y la tristeza de Chaplin se vio reflejada en la que fue su última gran producción, Candilejas (1952), la historia del payaso Calvero, ídolo de masas en su juventud y ahora caído en desgracia.

Terry -Claire Bloom- y Calvero -Chaplin-, en "Candilejas".

Candilejas constituye posiblemente su obra más autobiográfica, y no ya sólo por las reminiscencias entre él y su personaje; sino también porque en ella Chaplin da cabida, de una u otra forma, prácticamente a todos sus seres queridos, a excepción de su hermano Sidney: sus hijos con Lita Grey, Sidney -el músico que “rivaliza” con Calvero por el amor de Terry, la co-protagonista a quien da vida Claire Bloom– y Charlie jr -protagonista en la escena de la danza-; los tres hijos concebidos por Oona en aquel momento, Geraldine, Michael y Josephine, que aparecen al principio; Wheeler Dryden, hermano de madre que ya había colaborado con él como ayudante de dirección en El gran dictador; su querida Edna Purviance, que no era familiar pero como si lo fuera, y que aparecía como extra en la ya comentada escena de la danza; y hasta la misma Oona, a quien se puede observar sustituyendo a Claire Bloom en un brevísimo cameo.

Y no sólo eso, sino que además decide darle un protagonismo estelar en el tramo final a un antiguo “rival” en la época dorada del cine mudo, un gran gesto con todo un genio del mimo como BUSTER KEATON, ahora compañero de tristeza profesional, y que no pasaba precisamente por su mejor momento económico. Ellos dos, Chaplin y Keaton, nos deleitan con una última escena solamente por la cual ya merecía la pena ver la película completa en caso de que ésta no hubiera sido mucho más; y por si fuera poco, Charlie le permitió a Buster ser testigo privilegiado del fallecimiento de Calvero, que no es sino una pretendida propia muerte “oficial” en el mundo del cine, a pesar de que luego se decidiría a hacer otros dos trabajos más, pero fuera ya de Estados Unidos.

Los dos genios, Buster Keaton y Charles Chaplin. Colofón de lujo para "Candilejas".

Porque Candilejas, con su majestuosa banda sonora, fue la última producción de Chaplin en América, en sus estudios californianos de La Brea Avenue. Coincidiendo en el mismo año 52 con un viaje por mor del estreno de Candilejas en Europa, el FBI y Hoover le denegaron de mala manera el visado de reingreso; y tras el remate de aquella injusta hostilidad de sus compatriotas, en solidaridad con su marido, Oona renunció oficialmente a su nacionalidad estadounidense. La familia Chaplin pasó a afincarse en Vevey, Suiza, donde el gran maestro del cine -y del arte en general- del siglo XX pasó la recta final de su vida.

(CONTINUARÁ…)

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