Verona (Italia), campeonato del mundo de ciclismo, prueba de fondo en carretera de 1999. Al último kilómetro llega un grupito de unos 8-10 corredores, dispuestos a jugársela al sprint para ver quién se hacía acreedor a la medalla de oro y al maillot arco iris.
En esas, justo después de encarar la última curva antes de la recta final de 500 metros, en uno de los vaivenes típicos de estos desenlaces de carrera, saltó el más inexperto de todos, un cántabro de Torrelavega llamado Óscar Freire, de 23 años, que corría entonces en el Seguros Vitalicio (espónsor del equipo de Javier Mínguez).
Era su segunda participación en un mundial, y Freire arrancó por la derecha, muy decidido, justo cuando todos sus acompañantes se desplazaban hacia el lado contrario. Nadie le vio, y cuando le vieron nadie pudo frenarle. Prácticamente desconocido para el gran público, Freire entró en meta en solitario como campeón del mundo, y conquistó el segundo maillot arco iris en una prueba de fondo para el ciclismo español, cuatro años más tarde de la memorable exhibición de Abraham Olano y Miguel Indurain en Colombia.
Desde entonces, hasta su retirada el pasado domingo, ha conseguido adornar su palmarés (corriendo para Mapei, Rabobank y Katusha, además de la selección española) con tres Milán-San Remo (2004, 2007 y 2010); una París-Tours (2010); cuatro triunfos de etapa en el Tour de Francia (más el maillot verde de la regularidad en 2008); seis en la Vuelta a España; una Tirreno-Adriático (2005); tres Flechas Brabanzonas (2005, 2006 y 2007); una Gante-Wevelgem (2008); una Clásica de Hamburgo (2006); y, sobre todo, dos victorias más en el campeonato del mundo (2001 y 2004, este último también en Vernoa) que le hacen ser, con tres (más un bronce, en 2000), el corredor más laureado en esta prueba junto -ahí es nada- a Eddy Merckx, Alfredo Binda y Rik Van Steenbergen. El Mundial ha sido, desde siempre, “su” carrera; y el maillot arco iris, su vestimenta natural en competición entre 1999 y 2004. Lástima, eso sí, que no haya podido hacerse con otro oro, y así encabezar en solitario el ránking particular de la cita mundialista.
Habilidosísimo para buscarse la vida por su cuenta, y casi siempre sin ser el más rápido, Freire ha sido el hombre capaz de abrir las miras del ciclismo español más allá de las grandes vueltas, un especimen raro que no teníamos desde los tiempos de Miguel Poblet, y que en cierto modo “animó” a los Alejandro Valverde (ganador de la Lieja-Bastogne-Lieja en 2006 y 2008), Igor Astarloa (campeón del mundo en 2003), Samuel Sánchez (campeón olímpico en 2008) o Joaquim “Purito” Rodríguez (vencedor este año de la Flecha Valona y (edito 29-9-2012) especialmente de todo un “monumento” como el Giro de Lombardía) a intentar -y conseguir- cosechar grandes victorias en las clásicas; y también a Juan Antonio Flecha a lograr continuados y meritorios lugares de honor en una carrera tan especial y particular como la París-Roubaix.
Por todo ello, el cántabro merece no ya el modesto reconocimiento personal de quien lleva los destinos de este espacio, sino un homenaje en toda regla y en todo lo alto por parte de la Federación Española de Ciclismo. Porque quien ha dejado la práctica activa del deporte de la bicicleta es, pese a no haber ganado Tours de Francia, Giros de Italia o Vueltas a España, un GRANDE -en mayúsculas- en la historia del ciclismo español.
Comentarios recientes