35 años sin Chaplin (y 5)



CUARTA PARTE

Tras rechazar el FBI su vuelta a Estados Unidos, Chaplin y su familia se instalaron en Vevey, Suiza. Consciente de que se le denegaría el visado de reingreso en el país norteamericano, Chaplin mandó a su esposa Oona -antes de que ésta renunciara a su pasaporte estadounidense- a California, para que vendiera todas sus pertenencias empezando por su ya histórico estudio, a sabiendas de que nunca más volvería a vivir allí.

Candilejas fue la última película suya estrenada oficialmente en Estados Unidos -sólo en algunas partes, como Nueva York-, y posiblemente su última obra maestra, mas no su trabajo definitivo. En Europa, más concretamente en Londres, Chaplin todavía rodó un par de películas más, Un rey en Nueva York (1957) y La condesa de Hong Kong (1967). En la primera, Chaplin saca su lado más sátiro poniéndose en la piel del rey Shavdov de Estrovia, monarca destronado a raíz de una revolución, acusado de quedarse -como así fue- con todo el dinero de los fondos públicos.

El rey Shavdov (Chaplin), interpretando su particular versión del monólogo de "Hamlet"

Instalado en la Gran Manzana con el objetivo de vender un proyecto destinado a utilizar la energía nuclear para fines pacíficos, el rey es víctima del tremendo estrés de la gran ciudad; del gran jaleo que emana del rock and roll; de la publicidad y los “reality shows” de televisión; de la cirugía plástica… y está a punto de serlo de la “caza de brujas” que tanto persiguió a Chaplin en sus últimos años de estancia en el país.

Todo ello es duramente criticado en el film, en el que Chaplin cuenta con la ayuda de Dawn Addams -la televisiva Anne Kay-, Oliver Johnson -su fiel amigo, el embajador Jaume-… y también de un jovencito de diez años llamado Michael Chaplin, el segundo de sus vástagos concebidos con Oona, y que en Un rey en Nueva York le da a su padre una excelente réplica como el niño Rupert Macabee, ferviente hijo comunista/anarquista de maestros comunistas, y que termina llorando amargamente por haberse visto obligado a dar nombres ante el Comité de Actividades Antiamericanas para salvar a sus padres. Es obvio que la película no hizo gracia alguna por aquellas tierras; tan obvio como que Chaplin mantiene fresco como sí solo su sentido del humor y su capacidad de crítica y denuncia en un trabajo que, pese a no alcanzar las excelencias de los de sus mejores días, exhibe unas virtudes solamente negadas por aquellos que carecen del más mínimo sentido del humor.

Charlie y Michael, padre e hijo, compartiendo escena en "Un rey en Nueva York"

El gran genio tardó diez años en hacer la que, a la postre, sería su última película; aunque en todo ese tiempo no estuvo ocioso, precisamente. En 1958 reestrenó tres de sus cortos/mediometrajes más significativos, Vida de perro, Armas al hombro y El peregrino, bajo el título englobado de The Chaplin Revue (Revista Chaplin), y con el aderezo de casi dos horas de música compuesta por él mismo; una de sus bandas sonoras más logradas, en la que brillan especialmente la solemnidad y el dramatismo de los acordes de Vida de perro, y el tema principal de El peregrino, Bound for Texas. Y en 1964 terminó y publicó su conocida obra Mi autobiografía.

Poster de "The Chaplin Revue" ("Revista Chaplin")

DESPEDIDA CINÉFILA AGRIDULCE

Pero él quería volver a la gran pantalla. La historia de La condesa de Hong Kong, basada en un suceso contemplado por Chaplin en un viaje a Shanghái en 1931, era un viejo anhelo para él. Charlie quiso hacerla tres décadas antes junto a Paulette Goddard; pero tanto El gran dictador -y su parodia de Hitler- como la Segunda Guerra Mundial y el desprestigio que comenzó a sufrir por parte de Estados Unidos se cruzaron en su camino. En 1967, con 78 años, se decidió a retomar su proyecto, pero confiando por primera vez en grandes estrellas del celuloide, Marlon Brando y Sofía Loren -además de en sus hijos Sidney y Geraldine para sendos papeles, al mismo tiempo que hizo aparecer a sus niñas Josephine y Victoria-; y probablemente ni en la época ni con la edad adecuadas ya.

Todo desembocó en un film que va claramente de más a menos, fruto de un rodaje en el que tanto Brando como Loren acabaron peleados entre ellos -lucha de “egos”- y también con Chaplin, ante la incapacidad de unos para hacer cine sonoro, sí -y en color-, pero a la antigua usanza; y del otro para meterlos en cintura. Es probable que, sabiendo que ya no estaba en condiciones físicas de ser el protagonista, Chaplin quisiera atraer a los espectadores con dos de los actores más reputados; pero le salió mal. A buen seguro que a condición de mega astros de los primeros -nada maleables, a diferencia de todos los compañeros de escena de Chaplin- y
la elevada edad del segundo tuvieron bastante que ver.

Marlon Brando y Sofía Loren, en el camarote del barco de "La condesa de Hong Kong"

La crítica fue feroz; aunque para ser justo debo decir que, visto con la perspectiva del tiempo, todos se cebaron un poco. La condesa de Hong Kong, claramente inferior a todas las obras anteriores, no es tan mala como hicieron ver; de hecho ni siquiera es una mala película; lo que ocurre es que, para verla con otros ojos, debe uno hacer el esfuerzo por olvidarse de quién es su autor. Sea como fuere, en comparación con los demás, es una verdadera pieza de coleccionista, cuyo único valor es ver a Charles Chaplin por última vez tanto detrás como delante de la cámara en su breve cameo como camarero del barco, homenaje a su querido hermano Sidney, merced a un trabajo de ese tipo que tuvo en sus años mozos.

La última aparición de Chaplin en su filmografía: el anciano -y mareado- camarero de "La condesa de Hong Kong"

Chaplin continuó teniendo en su mente proyectos que nunca se llevaron a cabo. A cambio, sí que pudo seguir componiendo música para sus grandes obras, brillando con luz propia la banda sonora de El chico -finalizada en 1971-, y también el nuevo tema principal de El circo, Swing little girl, hecho en 1970.

En 1972, veinte años después de haberle repudiado, Estados Unidos hizo las paces con Chaplin homenajeándole y entregándole el Oscar honorífico en la gala anual de los Premios de la Academia del Cine de Hollywood; y en 1975 fue nombrado “Sir” o, lo que es lo mismo, Caballero del Imperio Británico por su patria natal, Inglaterra; todo ello antes de dejarnos dos años más tarde, el día de Navidad de 1977, a los 88 años. Y hago bien al no mencionar verbos como “morir”, “fallecer” y similares, porque Sir Charles Spencer Chaplin no murió, ni nunca morirá. Su legado, probablemente el más importante y el de mayor calidad en la historia del cine, le convierte poco menos que en inmortal; porque para quienes apreciamos, admiramos e incluso amamos su obra, siempre permanecerá vivo y dispuesto a arrancarnos una sonrisa… y tal vez, también una lágrima.

EDITO: Precisamente hoy, el patinador español Javier Fernández le ha hecho un bello homenaje ganando el Campeonato de Europa -primer oro en la historia del patinaje artístico español en un gran campeonato- con un ejercicio en su programa libre en cuya coreografía se incluían algunos de los movimientos característicos de Charlot, así como una banda sonora compuesta por música de varias de las películas más conocidas de su creador, como Luces de la ciudad, Vida de perro, Tiempos modernos y, naturalmente, Candilejas. Enhorabuena a Javier por su triunfo, y gracias por haber hecho partícipe del mismo al mayor genio de la historia del cine.

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