A veces el destino suele ser inescrutable, y eso es lo que ha sucedido en la relación de Pepe Mel y el Real Betis Balompié. El goleador verdiblanco de principios de los 90 llega ahora definitivamente para ocupar el cargo de entrenador, en sustitución de un Víctor Fernández que no entraba en las preferencias del nuevo dueño, Luis Oliver.
Mel ha firmado por una temporada que podrían ser dos en caso de lograr el ascenso, aunque en su contrato no se habla de niguna clase de incentivos. El ex técnico del Rayo Vallecano ha asegurado este mediodía en su presentación que él no es ni más ni menos bético que los aficionados, pero que éstos pueden estar tranquilo porque tendrán “a un bético en el banquillo”.
Junto a Mel es más que probable que vengan Roberto Ríos -que concidió con él en su último año de jugador bético- de segundo entrenador; y Jesús Paredes, el preparador físico que solía acompañar a Luis Aragonés y que ahora trabajará en el Betis.
Pero puede haber más, ya que está de acuerdo con la propuesta de Luis Oliver de traer de nuevo a históricos que no terminaron demasiado bien con Lopera, como Cardeñosa, Alfonso y, sobre todo, Rafael Gordillo, que podría ser el presidente. Todo ello en una campaña en la que, según Oliver, el Betis deberá recortar la masa salarial de 25 millones a 12.
En lo personal, la llegada de Pepe Mel es bastante especial. Mel fue mi primer ídolo futbolístico, un tipo tremendamente eficaz en sus primeras temporadas como jugador del Betis, bastante tosco pero letal dentro del área -todavía recuerdo el dicho inventado en el antiguo Gol Norte de “No diga gol, diga Mel”; pero sobre todo un tipo tremendamente honrado al que le deseo toda la suerte del mundo, porque su suerte será la de todos los béticos como él.
Tengo pendiente escribir una entrada sobre Manuel Ruiz de Lopera, ahora que parece que la venta de sus acciones es definitivamente real. Mis colaboraciones mundialistas me han privado del tiempo suficiente como para hacerme eco de la misma, pero próximamente escribiré un artículo recopilatorio sobre sus 18 años de mandato, en los que ni mucho menos todo fue tan negativo como en los últimos cinco; algo que la gente parece haber olvidado del todo.
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