(Artículo posteriormente publicado y ampliado por mí mismo en DIARIO SIGLO XXI)
Cuando se habla de la historia de los enfrentamientos en la Copa Davis entre España y Argentina todos solemos aludir al “marplatazo” de 2008, por ser el más reciente, el más sonado y también la victoria más espectacular de España en el torneo de la “ensaladera”, junto a la de este año en Estados Unidos, en los cuartos de final.
Pero aquella final -de la que los albicelestes buscan ahora una revancha que esperemos que no se produzca- no ha sido el único duelo entre ambos combinados. No es que éstos hayan abundado a lo largo de la historia de la competición, porque tan sólo ha habido dos más; pero el segundo de ellos -el primero en la era moderna del tenis, tras el triunfo de España en la 3ª ronda de 1926, celebrada en el R.C. de Tenis Barcelona- es una buena muestra de lo que le podría esperar a nuestros jugadores en apenas 24 horas.
Hablo de la durísima semifinal de 2003, disputada en los exteriores del Palacio de los Deportes “José Mª Martín Carpena”, la sede del Unicaja. Allí Argentina a punto estuvo de sorprender a una España que llegaba como clara favorita, y que a punto estuvo de sucumbir ante un equipo que sacó su orgullo hasta límites realmente insospechados.
Hasta el momento, el devenir de España en la competición durante 2003 había sido bastante plácido. Tras dos años perdiendo cada vez que se jugaba fuera de casa -ese hándicap todavía no se había solucionado, aunque no le quedaba demasiado-, el sorteo volvió a deparar un recorrido bastande dulce, con muchas eliminatorias jugando como locales. Así Bélgica y Croacia sucumbieron por sendos 5-0 en Valencia y Sevilla -en el Centro de Tecnificación “Blas Infante” de Sevilla Este, no en el Estadio Olímpico-; pero en la semifinal todo fue bastante diferente.
La composición del cuerpo técnico, con respecto al título de 2000, había sufrido ciertos cambios: del G-4 se pasó al G-3 que ganaría de nuevo la Davis un año más tarde: permanecían Josep Perlas y Juan Bautista Avendaño, mientras que se incorporaba el ex tenista profesional y subcampeón olímpico en Barcelona 92 Jordi Arrese, que era quien ejercía oficialmente de capitán.
Y sobre la pista, un número 1 mundial por entonces como Juan Carlos Ferrero; un “crack” como Carlos Moyà que, tras quedar fuera de la final de 2000 perseguía con toda su alma una Davis; y dos de los mejores jugadores españoles de siempre sobre tierra: Álex Corretja y el actual capitán, Albert Costa. Es decir, tres de los cuatro componentes de la histórica final de hacía tres años -sólo faltaba Balcells-; y tres campeones de Roland Garros: Moyà en 1998, Costa en 2002 y Ferrero el mismo 2003; además de un doble finalista -98 y 2001- como Corretja.
Es decir, que se suponía que debíamos ganar con facilidad, toda vez que en Argentina habían causado baja para aquella eliminatoria sus dos primeras figuras: Guillermo Coria y el superviviente en 2011 Nalbandián, el “Rey David”. Y así parecía que iba a ser cuando, en el primer partido, Ferrero “despachó” a Gastón Gaudio, futuro campeón de Roland Garros, por 6-4, 6-0 y 6-0.
Pero todo comenzó a complicarse cuando Carlos Moyà se vio literalmente sorprendido por Mariano Zabaleta en los dos primeros sets del segundo encuentro, favorables para el argentino por 5-7 y 2-6. Afortunadamente para España, Zabaleta se lesionó en el tercer set y, pese a que pudo continuar, no fue capaz de evitar la fácil remontada del mallorquín: 6-2, 6-0 y 6-1.
La mejora de los argentinos quedó patente en el partido de dobles, con la victoria de Agustín “el Gordo” Calleri y Lucas Arnold sobre Corretja y Costa (3-6, 6-1, 4-6 y 2-6); y se confirmó cuando, sorpresivamente, en el primer encuentro del último día Calleri -sustituto de Zabaleta- pasó por encima de Ferrero (4-6, 5-7 y 1-6) metiendo el miedo en el cuerpo tanto al equipo español como al público que llenaba la pista construída para la ocasión.
Toda la presión, en el partido decisivo, era para Carlos Moyà; pero el mallorquín olvidó las negativas sensaciones del primer día mientras Zabaleta anduvo sano. Moyà estuvo realmente “torero” y fue muy superior a Gaudio (6-1, 6-4 y 6-2), demostrando su calidad y clasificando a España para su cuarta final de la Copa Davis, de nuevo ante Australia aunque, esta vez, en plenas Antípodas.
Fue la final del republicano himno de Riego; un duelo -revancha del 2000- que se acabó perdiendo por 3-1, pero en el que España, sobre la hierba instalada en el Rod Laver Arena (Melbourne), dio la cara como los buenos en la peor superficie posible para los nuestros -gran victoria de Moyà sobre Mark Phillipoussis y ajustadísimas derrotas de Ferrero, llegando al quinto set en sus dos partidos- y empezó a ver que también se podía ganar fuera de casa, como demostraría a partir del año siguiente.
Comentarios recientes