Pocas veces me he alegrado tanto con el ganador de un torneo de tenis como ayer con el vencedor en París-Bercy. El tenis mundial saldó, en el último Masters 1000 de la temporada, una especie de deuda con el tenista más luchador y más incansable de toda la ATP, David Ferrer.
El alicantino, actual número cinco del mundo y después de muchos años rondando los primeros lugares de la clasificación ATP, por fin pudo sumar su primer torneo de esta categoría, al derrotar en la final a la gran revelación, el polaco Jerzy Janowicz, por 6-4 y 6-3. Ferrer ejerció de “Top-5” ante un Janowicz que había dejado en el camino, entre otros, a Andy Murray; y ganó con un juego muy solvente. Es su séptimo título de 2012, y el segundo consecutivo tras el Open 500 de Valencia, hace ocho días; un aval para soñar con hacer algo importante tanto en la Copa Masters… como en la final de la Davis, con España.
Hacía tiempo ya que Ferrer -que en otra época, sin un tiburón como su gran amigo Rafa Nadal, hubiese sido número 1 español fijo- se merecía un torneo de este tipo. Su constancia y su regularidad en un período con cuatro “superclases” como Federer, Nadal, Djokovic y Murray le habían llevado, hasta ahora, a una final de la Copa Masters (2007, el año en el que saltó al primer plano internacional), tres finales de Masters 1000 y varias “semis” en Grand Slams (dos este año, en Roland Garros y el US Open). Pero con esos cuatro devoradores de títulos parecía imposible llegar a más para un jugador casi inmejorable en casta y pelea pero inferior en tenis, por lo general, a todos ellos.
Las mejores victorias de Ferrer habían llegado, hasta ahora, en la Copa Davis (empezando por las finales de 2009 y 2011, y siguiendo por el “Austinazo” del pasado año); pero más allá de los Open 500 y 250, los “pata negra” (Masters 1000, Grand Slams y Copa Masters) se le resistían hasta ahora. Ganar en el Omnisports de París-Bercy (primer español en lograrlo, y primera vez que los dos grandes torneos parisinos, Roland Garros y éste, lo conquistan en el mismo año tenistas españoles) a buen seguro que no ocupará en su corazón un lugar superior a los momentos en el torneo de la ensaladera recientemente mencionados; pero sí que estará, sin duda alguna, al mismo nivel.
Con este título el de Jávea se coloca como el tenista con más torneos ganados en 2012 (aunque, con su habitual humildad y sentido de la realidad, ayer afirmó que los de Federer, Djokovic o Nadal han sido más importantes), y todavía le quedan dos semanas para culminar el que, más aún que 2007, está siendo el mejor año de toda su carrera.
En Londres, en el “Torneo de Maestros”, puede superar a Nadal en la clasificación mundial (aunque, como también dijo él ayer, se espera que Rafa vuelva a estar ahí cuando reaparezca); mientras que para después, ya les ha metido un poco el miedo en el cuerpo a Berdych y Stepanek. Los checos, por jugar en casa, por la superficie elegida y por el excelente nivel de Berdych, número 6 del mundo, son los favoritos para la final de la Davis; pero con Ferrer en estado de gracia mal harían en dar por muerta antes de tiempo a la pentacampeona España. Más aún cuando el tenis, con él, por fin está teniendo un poco de “justicia divina”.
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