Federer, “maestro” por sexta vez


Se dice que los viejos rockeros nunca mueren. Roger Federer no es que sea demasiado mayor ni mucho menos, pero a sus 30 años se le considera como un poco de vuelta en el mundo del tenis. Sin embargo, a la que puede aprovecha para continuar obsequiándonos con lecciones tan puntuales -cada vez más- como magistrales -siempre-.

Y eso precisamente es lo que ha hecho al conquistar esta tarde su sexta Copa Masters -el Masters de toda la vida- tras derrotar en la final, disputada en el O2 Arena de Londres, a Jo Wilfried Tsonga por 6-3, 6-7(4) y 6-3. Federer se convierte así en el tenista con mayor número de Masters de la historia, uno más que los legendarios Pete Sampras e Ivan Lendl, en su final número 100 de un torneo de la ATP, de las que ha ganado 70.

En un año en el que Novak Djokovic -sobre todo- y Rafa Nadal le han impedido “acceder” a los Grand Slams, el suizo ha aprovechado los bajones físicos de ambos en el final de temporada para decir “aquí estoy yo, y aquí voy a seguir estando”, primero conquistando el Masters 1000 de París-Bercy, y posteriormente la cita de los maestros, ambos triunfos ante Tsonga. Esto le posibilita terminar 2011 como número 3, adelantando de nuevo al también “tocado” Andy Murray.

Federer, que viendo a sus dos máximos rivales se atisbaba como favorito para reeditar el título de 2010, y que accedió a la final a costa de David Ferrer, aprovechó la oportunidad que le dio Tsonga para apuntarse un “break” decisivo, en el octavo juego del primer set. Hasta entonces el francés le estaba manteniendo el pulso, e incluso se pudo decir que estaba siendo mejor. Pero una vez más quedó demostrado que si hay alguien a quien no debes regalarle nada es a Roger, que sentenció en el juego siguiente con su saque, ganando la primera manga por 6-3.

El de Basilea dispuso de su saque para cerrar el partido con 5-4 en el segundo parcial, pero hasta los más grandes sufren alguna vez de nerviosismo, el que aprovechó Tsonga para recuperar el saque cedido en el quinto juego, y seguir vivo en un set que acabaría llevándose en el desempate, por 6-7(4), tras salvar una bola de partido -con su servicio, eso sí-.

La mayor fortaleza atlética de Tsonga hacía pensar por momentos que el francés se iba a alzar por el título por agotamiento físico de su rival. No fue así, ya que su inexperiencia terminó por pesar bastante más. Federer decidió arriesgar lo justito, jugando con el nerviosismo de Tsonga y a la espera, como siempre, de aprovechar su ocasión.

Y ésta llegó, como en la manga inicial, en el octavo juego, en el que Roger logró el “break” decisivo. Más tranquilo, Federer resolvió con su saque en plan campeón, como en sus mejores tiempos. El 6-3 definitivo no vino a hacer sino justicia, y no porque Tsonga no se mereciera haber ganado, sino porque habría sido moralmente injusto que Federer, huérfano de Grand Slams en 2011, hubiera terminado el año sin dejar su huella. La huella de un verdadero maestro del tenis.

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