CRÍTICA TEATRAL
OBRA: EL MALENTENDIDO
AUTOR: Albert Camus
COMPAÑÍA: Centro Dramático Nacional
REPARTO: Cayetana Guillén Cuervo, Julieta Serrano, Ernesto Arias, Lara Grube y Juan Reguilón.
MÚSICA: Alba Fresno (Viola de Gamba) y Scott A. Singer (Acordeón).
ESCENOGRAFÍA: Carolina González
VESTUARIO: Lorenzo Caprile
VERSIÓN: Yolanda Pallín
DIRECCIÓN: Eduardo Vasco
LUGAR: Teatro Lope de Vega (Sevilla)
DÍA: 3-5-2013
AFORO: Unos tres cuartos
DURACIÓN: Hora y media, sin intermedio.
CALIFICACIÓN: * * * * (Sobre 5)
Existencialismo puro y duro; es lo primero que ha de pasar necesariamente por la mente después de visionar sobre las tablas este texto de uno de los grandes nombres, como lo es Albert Camus, de esta corriente filosófica a caballo entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del XX. Una constante reflexión facilitada por aspectos como las reminiscencias bíblicas de la conocida parábola del Hijo Pródigo, o la siniestralidad que emana de las acciones criminales de la madre y la hija protagonistas, castigadas a la postre de la peor y más cruel de las formas posibles.
Pesimismo y angustia, típicos del existencialismo, que no deben esconder las virtudes de una composición alejada para mi gusto de la majestuosidad y la perfección de la que, en mi modesta opinión, hacen gala muchos de los grandes clásicos -españoles y universales-, pero que consigue captar, desde el principio hasta el final, la atención de cualquier espectador con un mínimo de sensibilidad.
A ello contribuye la notable actuación en conjunto de un elenco muy bien escogido, comenzando por una Cayetana Guillén Cuervo a veces un puntín acelerada en su dicción, pero que consigue dar la talla de sobra en el emotivo tributo rendido a su padre recientemente fallecido, al protagonizar la obra en la que, según dicen, se conocieron sus progenitores, Fernando Guillén y Gemma Cuervo, estrenada en España en 1969 bajo la dirección de Adolfo Marsillach. La excelente réplica de la veterana Julieta Serrano y, en segunda instancia, de Ernesto Arias, deja el terreno preparado para que Lara Grube e incluso Juan Reguilón -el viejo criado que aparece de manera tan sumamente puntual- pongan la guinda interpretativa con sus respectivas aportaciones ya en el epílogo.
Y sobre la puesta en escena, ahí está de nuevo el sello de Eduardo Vasco. Austeridad y frialdad cromática -en la escenografía- y rítmica, acompañada de la música en directo; el estilo típico con el que el director madrileño goza de igual cantidad tanto de admiradores como de detractores. Pero una excesiva sobriedad general que, en esta ocasión, está plenamente justificada ya que, indiscutiblemente, viene al pelo para reflejar el pesimismo, la angustia y la siniestralidad antes aludidos.
Porque El malentendido, como la obra en general de Camus, no es un texto hecho para provocar el entusiasmo y la pasión de las grandes comedias/tragedias barrocas de capa y espada; sino para que el espectador sea capaz no ya de compartir creencias con los existencialistas, sino de llevar a cabo el correspondiente ejercicio psicológico para ponerse en su piel durante hora y media e intentar comprender sus peculiarísimas inquietudes. Y tanto Vasco como los actores no hay duda de que lo consiguen.
#1 by Rafa on 5 mayo 2013 - 6:28
Magnífica crítica. Exquisita prosa. Cada vez entiendo y comparto en mayor medida el minimalismo escenográfico de Eduardo Vasco. El actor ha de bastarse a sí mismo sobre el escenario, y el espectador ha de ser lo suficientemente maduro y sensible como para entender y sobreentender todos aquellos elementos que le sean planteados desde las tablas. Teatro de reflexión. Teatro para pensar y para hacer que otros piensen. Ese es el teatro que a mí me gusta. Esa es la literatura que a mí me gusta.
#2 by Cas on 8 mayo 2013 - 8:41
Lo mejor, el final.