‘Vivir como cerdos’: la ESAD y su excelente cantera



CRÍTICA TEATRAL

OBRA: VIVIR COMO CERDOS
AUTOR: John Arden
COMPAÑÍA: Escuela Superior de Arte Dramático (ESAD) de Sevilla (Talleres de 3º de Interpretación y de fin de estudios de Escenografía)
REPARTO: Rubén Fernández (Sailor), Ana Ramos (Rachel), Julio José Carmona (Col), Alba Ruiz (Sally), Klaudia Kwdowczak (Daffodil), Ana María González (Vieja Croacker), Manuel González (Sr Jackson), Sarah Isabel López (Sra Jackson/Sargento), Gema Abad (Doreen Jackson/Rosie) y Pedro Martínez (Blackmouth/Oficial).
DIRECCIÓN: Mercedes Serrano
DISEÑO DE ESCENOGRAFÍA: Alumnos de 4º curso
ASESORA DE CONSTRUCCIÓN, MONTAJE, PLANIMETRÍA Y SONIDO: Yanira Muñoz
ASESORA DE VESTUARIO: Lorena Cabrera
ASESOR DE ILUMINACIÓN Y DISEÑO GRÁFICO: Luis Miguel Bernal
ASESORA DE PRODUCCIÓN: Kassandra Romero
ASESORA DE AUDIOVISUALES: Valentina Travaglini
VESTUARIO: María Dolores Piña
PROFESORADO: Mercedes Serrano (Interpretación), Emilia Caramé (Iluminación), Mª del Mar Aguilar (Técnicas Escénicas), Ana Arcas (Técnicas Gráficas), María José Sánchez-Ramade (Técnica Vocal), Magüi Frade (Expresión Corporal) y Ramón Ortega (Producción).
LUGAR: Escuela Superior de Arte Dramático (Sevilla)
DÍA: 29-3-2017
DURACIÓN: Aproximadamente dos horas
CALIFICACIÓN: * * * * (Sobre 5)

La Escuela Superior de Arte Dramático (ESAD) de Sevilla continúa dando a luz excelentes promociones de futuros profesionales de las artes escénicas. Si los alumnos de 4º de Interpretación nos obsequiaron recientemente con la emoción y el sentimiento de De Yerma a Los Palos, en absoluto es menor la calidad del trabajo presentado en estos días por los chicos de 3º de Interpretación y 4º de Escenografía.

Combinación ésta cuyo resultado ha sido sobresaliente al llevar a las tablas uno de los títulos del dramaturgo inglés John Arden, VIVIR COMO CERDOS, tal vez el más conocido, en el que se refleja la convivencia de dos familias: los Jackson, “familia bien”, teóricamente modélica; y los Sawney, más marginales y de comportamiento y costumbres un tanto más salvajes. Y, sobre todo, las andanzas de esta última en un entorno, las VPO, que no es el suyo, y al que sus miembros han llegado, digamos, de manera forzosa.

Desde el primer momento hasta el último de las casi dos horas de representación, se puede comprobar cómo todos y cada uno de los chicos se meten estupendamente en los personajes asignados -pijos y arrabaleros-, tanto por su declamación como por sus ademanes sobre el escenario. Calidad en general, y versatilidad que se puede observar muy especialmente en aquellos que doblan papel, en especial Gema Abad, capaz de meterse no sólo en la piel de las rebeldes Rosie Sawney y Doreen Jackson -distintas formas de rebeldía, pero rebeldía al fin y al cabo- sino que también es capaz de exhibir su extraordinaria voz interpretando de forma magistral uno de los temas musicales.

Pero no quiero hacer de menos al resto de actores: el torrente del viejo Sailor (Rubén Fernández); la sensualidad de Rachel (Ana Ramos) y Daffodil (Klaudia Kwdowczak); los ademanes “chilindrinescos” de Sally (Alba Ruiz); el promiscuo macarreo del joven Col (Julio José Carmona); la demencia de la Vieja Croacker (Ana María González); la hipocresía y debilidad carnal latente en el señor Jackson (Manuel González); el carácter un tanto controlador de la señora Jackson (Sarah Isabel López), incapaz al mismo tiempo de ver lo que sucede más allá de sus narices; el carácter peligroso y enloquecido de Blackmouth (Pedro Martínez)… todo el elenco está de notable hacia arriba a la hora de dar vida a sus respectivos personajes.

Si miramos a otros aspectos, hay que dar también un sobresaliente a la caracterización, especialmente a la elección del vestuario, sencillo pero preciso y completo, y que refleja perfectamente el contraste entre las dos familias: vestimenta lógicamente más apijada las de los Jackson, y más callejera las de los Sawney. Callejera en el día de hoy… lo mismo que en otras funciones les visten, dependiendo del día, con ropa más agitanada o más rockera, haciendo gala de su variedad.

Para terminar, es justo y preciso felicitar también a los responsables de la escenografía -incluyendo en este campo la iluminación y el apartado audiovisual, necesario complemento de la historia-, detallista y nada minimalista pero sin estar en absoluto sobrecargada. Todos los espacios -la casa de los Sawney, la puerta de la casa de los Jackson y el jardín común- quedan perfectamente delimitados y reconocibles; y en el caso concreto del hogar de los Sawney, exactamente igual con sus diferentes departamentos merced a la utilización de los diversos elementos de atrezzo.

Y quizás lo mejor que se puede decir de este último campo es que, como guinda, los chicos de Escenografía consiguen de verdad que, al final de la obra, “Villa Sawney” parezca una pocilga. Justo lo que busca el argumento de este texto publicado en el Reino Unido y estrenado a mediados del siglo XX, y que este joven equipo artístico, técnico e interpretativo ha rescatado ahora, como trabajo académico, de forma difícilmente mejorable.

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