Notable despedida de Eduardo Vasco de la CNTC


CRÍTICA TEATRAL

OBRA: EL PERRO DEL HORTELANO
AUTOR: Lope de Vega
COMPAÑÍA: Compañía Nacional de Teatro Clásico
REPARTO: Eva Rufo, David Boceta, Joaquín Notario, Isabel Rodes, Pedro Almagro, Alberto Gómez, María Besant, Luisa Martínez, David Lorente, Rafael Ortiz, Miguel Cubero, David Lázaro, José Juan Rodríguez y José Luis Santos.
MÚSICA: Alba Fresno (Viola de Gamba), Sara Águeda (Arpa) y Eduardo Aguirre de Cárcer (Percusión)
ESCENOGRAFÍA: Carolina González
VESTUARIO: Lorenzo Caprile
VERSIÓN Y DIRECCIÓN: Eduardo Vasco
LUGAR: Teatro Lope de Vega (Sevilla)
DÍA: 9-3-2012
AFORO: Casi lleno
DURACIÓN: Unas dos horas
CALIFICACIÓN: * * * * (Sobre 5)

Se puede afirmar, no necesariamente con connotaciones negativas, que Eduardo Vasco no es el que era. Sin dejar los grandes dramas, parece que el director madrileño se está haciendo más prolijo últimamente en comedias y montajes especialmente vistosos y divertidos, como si pretendiera llegar más aún al público, o bien demostrar que es capaz de dominar todos los registros de la dirección escénica. Tal vez haya de todo un poco.

Y precisamente ha elegido una de las comedias más populares de nuestro “Fénix” de los Ingenios para despedirse, esperemos que sólo temporalmente, de las colaboraciones con la Compañía Nacional de Teatro Clásico, una vez abandonado su cargo de director de la misma. El perro del hortelano, la comedia palatina que cuenta la turbulenta relación entre Diana, Condesa de Belflor, y su secretario Teodoro, sita en Nápoles -para burlar las restricciones de la “Santa” Inquisición del siglo XVII- y con el amor de distintas clases sociales de por medio, es uno de los títulos más conocidos de Lope de Vega, aunque para mi gusto un escalón por debajo en cuanto a calidad de El castigo sin venganza, Fuenteovejuna y El caballero de Olmedo.

Como casi cada vez que andan de por medio Vasco y la CNTC, las virtudes del montaje superan en mucho a los defectos; así que comenzaremos por estos últimos para así quitárnoslos de enmedio cuanto antes. El primero de ellos es David Boceta, el actor que interpreta a Teodoro. No es que lo haga fatal, ni mucho menos; pero no da la talla en comparación con sus compañeros de reparto, especialmente con Eva Rufo. Se supone que Teodoro es un personaje que, moviéndose primero por el interés de ascender social y nobiliariamente siendo conde de Belflor, termina enamorándose de Diana; y Boceta en ningún momento da la sensación de experimentar dicha evolución dado que su interpretación, cuando más calidez y emotividad requiere, es tremendamente fría.

Y la segunda nota negativa viene del exagerado tratamiento de chanza que se le da a la aparición del Conde Ludovico, el “padre” de Teodoro -llevado de forma excelente por el veterano José Luis Santos-. La ridiculización de los representantes de las clases nobles -a excepción de Diana- mostrada por Eduardo Vasco funciona muy bien durante toda la obra, como puede verse con el Marqués Ricardo (David Lorente), el Conde Federico (Miguel Cubero) y sus respectivos criados (Rafael Ortiz y David Lázaro); pero una escena como la del viejo Conde Ludovico en la que un padre cree haber encontrado a su hijo debía haber sido tratada de otra forma, más seria y con mucha más emotividad.

Son las dos “pegas” de un montaje que por lo demás, cumple de manera excelente con aquello para lo que ha sido creado: dar a conocer un poco más a Lope y a la parte principal de su obra; y divertir al público con un producto de calidad. ¿Cómo? Pues para empezar, colocando en el reparto a EVA RUFO.

Esta actriz madrileña, dada a conocer hace algunos años en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, y a quien pude ver hace algo más de un año en El alcalde de Zalamea como Isabel, la hija de Pedro Crespo, interpretando magistralmente su monólogo en el acto final de la obra de Calderón, literalmente se luce en El perro del hortelano con una actuación en la que combina perfectamente la actitud desdeñosa de Diana con la carga dramática de la condesa enamorada, esa que que es incapaz de mostrar con Teodoro su “partenaire” David Boceta.

Sin duda, la presencia de Eva Rufo supone lo mejor de todo el montaje; aunque sería injusto que eclipsara a otro veterano como Joaquín Notario, capaz de meterse hace meses en la piel de Pedro Crespo y luego, en su siguiente trabajo, pasar perfectamente por el típico criado gracioso de las comedias lopescas -Tristán, en este caso- capaz de ayudar a su amo y de engañar a los demás siempre para sacar beneficios tanto para éste -Teodoro- como para él mismo. Su prestigio como actor escénico queda de manifiesto una vez más.

La música, como prácticamente en la totalidad de los trabajos de Vasco, también está presente de forma muy acertada, combinando el sonido de la viola de gamba (tocada por Alba Fresno) con el arpa (Sara Águeda) y los instrumentos de percusión (Eduardo Aguirre de Cárcer), ubicados al fondo del escenario. Todo ello, además, con una dosis de canto -coral e individual, con Miguel Cubero- que parece haber adoptado el director madrileño para la gran mayoría de sus montajes -tanto en la CNTC como ahora en Noviembre Teatro- desde que exhibiera el calderoniano texto El pintor de su deshonra .

El vestuario, de diez, como suele ocurrir con Lorenzo Caprile; mientras que, escenográficamente hablando, Eduardo Vasco abandona su clásico minimalismo para ofrecernos una destacada variedad de telones, celosías y demás elementos escénicos que, a su manera, contribuyen a que la despedida de Vasco de la CNTC sea, si no clamorosa y sobresaliente, sí al menos notable y próxima a la máxima calificación y consideración, al menos por mi parte.

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