CRÍTICA TEATRAL
OBRA: El alcalde de Zalamea
AUTOR: Calderón de la Barca
COMPAÑÍA: Compañía Nacional de Teatro Clásico
REPARTO: Joaquín Notario, Ernesto Arias, Eva Rufo, José Luis Santos, David Lorente, Pepa Pedroche, Miguel Cubero, José Juan Rodríguez, David Boceta, Diego Toucedo, David Lázaro, Pedro Almagro, Isabel Rodes, Alberto Gómez, Eduardo Cárcamo, Eduardo Aguirre de Cárcer y Alba Fresno (Viola de gamba).
VESTUARIO: Lorenzo Caprile
VERSIÓN Y DIRECCIÓN: Eduardo Vasco
LUGAR: Teatro Lope de Vega (Sevilla)
DÍA: 28-01-2011
AFORO: Completo
DURACIÓN: 1 hora y 55 minutos (aprox.)
CALIFICACIÓN: * * * * (Sobre 5)
Volvían tanto Eduardo Vasco como la Compañía Nacional de Teatro Clásico al Lope de Vega tres años después de su última visita a la capital sevillana, también con Calderón (El pintor de su deshonra); y volvía servidor de ustedes a presenciar un montaje de los antes mencionados después de aquel engendro en el verano de 2010 en Niebla que fue La Estrella de Sevilla.
Debo reconocer que acudía con ganas de quitarme la espina de aquella desafortunada puesta en escena, y es un gran placer para mí comentar que lo he conseguido, y con creces. Desconozco si Eduardo Vasco -a quien conozco personalmente y de quien, en el trato, no sólo no tengo quejas sino más bien todo lo contrario- reflexionó sobre lo que, para mí, no fue sino una notable cagada -con perdón-; o si con un texto señero por excelencia de nuestro teatro clásico haya decidido no hacer cosas raras; pero el caso es que mi estimado Eduardo se ha redimido por completo con esta magnífica versión sobre las tablas de El alcalde de Zalamea.
Tal y como comento, Vasco se deja aquí de experimentos -parece que éstos sólo los hace con Lope-, y el resultado es uno de los mejores montajes que yo haya podido ver siempre, no sólo en el Lope de Vega sino en cualquier parte. Con el minimalismo escenográfico que caracteriza el 95% de los trabajos del director madrileño -se volvió a repetir la fórmula, con un mejor resultado, de La Estrella de Sevilla de los actores esperando en los laterales del teatro aguardando entrar en acción-, sobre el escenario del ya casi mítico teatro sevillano tuvo lugar un espectáculo muy completo en todos los sentidos.
Coros y bailes, música instrumental en directo para acompañar algunos de los más destacados parlamentos -otra característica habitual del teatro de Vasco-, vestuario acorde con la época y, por supuesto, una extraordinaria interpretación de los actores o, mejor dicho, de las “parejas” de actores. La más destacada y la mejor de todas ellas, la de dos veteranos de las artes interpretaivas y escénicas, Joaquín Notario y José Luis Santos, en la piel respectivamente de Pedro Crespo, alcalde de Zalamea, y del general Lope de Figueroa.
Notabilísima vis cómica y dramatismo necesario cuando era menester; así nos deleitaron Notario -adoptando el acento teóricamente característico del labrador extremeño de Badajoz- y Santos con varios “tète a tète” cargados de pausa, templanza y mucha complicidad entre ambos. Se nota que llevan ya años compartiendo elenco dentro de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
Como también hay que reseñar la química entre Pepa Pedroche -la “Chispa”- y David Lorente -Rebolledo- que, desde una perspectiva más secundaria, no sólo bordan sus papeles interpretativos sino que, además, su labor en los coros es sobresaliente; y asimismo, entre Miguel Cubero -el satirizado hidalguillo Don Mendo- y José Juan Rodríguez -su ayudante Nuño-, encargados de mantener el hilo informando de “lo que no se ve” y de sacar unas risas al público por mor de su gracia especial al interpretar los singulares y divertidos diálogos surgidos de la mente de Calderón.
Y, entre tantas “parejas” escénicas, el “malo” y la ultrajada. Ernesto Arias quizás no borda su papel del libertino capitán don Álvaro de Ataide como lo hacen los demás con los suyos, pero su interpretación, en líneas generales, también está a la altura de lo que se debe exigir a la Compañía Nacional de Teatro Clásico; mientras que Eva Rufo -Isabel, la hija de Pedro Crespo-, sin demasiado parlamento en los dos primeros actos, se luce en el amplio monólogo del tercero, en el que Isabel le cuenta a su también deshonrado padre qué es lo que ha sucedido con ella.
En definitiva, como resumen final sólo puedo decir una cosa: Eduardo, así sí.
#1 by Cas on 29 enero 2011 - 16:46
Como no, inauguro esta entrada.
Me alegra que te haya gustado tanto como a nosotros, ya te lo advertí.
Respecto a lo que mencionas de Calderón, yo tengo una visión distinta: yo creo que Calderón era un tio muy serio, “saboriillo”, acojonado por el éxito a raudales de la sombra de Lope, que medía cada punto y cada coma antes de llevarla a las tablas, no me lo veo en plan inspirado, socarrón ni jocoso, intercalando bromas o apartes…más bien creo que es mérito de la versión y la dirección, y como no, de la interpretación magistral de nuestro querido elenco, que una obra tan seria como ésta resulte, por momentos, divertida.
Los protagonistas, inmejorables. Pero es que Notario es mucho Notario, ya lo sabíamos. Me quedo con la espinita de que Pepita Pedroche tuviese un papel tan pequeño, con lo que a mí me gusta deleitarme con esa voz del Siglo de Oro que pone…
Respecto al montaje, sí, Eduardo ha vuelto a ser Eduardo, sin experimentar, logrando conectar con el público sin recibir caras de ¿hola? tras la función.
Lo de La estrella de Sevilla no tiene explicación, pero es un caso aislado, no lo olvidemos.
Ojalá hubiésemos podido dar marcha atrás al tiempo y disfrutar de un ensayo general con nuestra Mercedes, y de una charleta con los actores y con el director, costumbre que no se nos está permitida a los mortales…echo de menos esas subidas al cielo…
#2 by unaficionada on 30 enero 2011 - 19:52
Pues a mí no me gustó, en general. Teatro antiguo hecho de manera antigua, no sé por qué el que hacía del alcalde habla tan lento y tan bajo qué a veces no sé le oye. Para mí el mejor el que hacía de don Lópe, era muy natural en ese texto tan antiguo.
Los demás no están a la altura y cómo el alcalde era aburridisimo, la función se me hizo aburrida. Sobre todo en el monólogo de la hija que va antes de otro monólogo muy aburrido del alcalde ante el violador.
¿Qué conclusión hay que sacar de esta historia? ¿Que sí violan a tú hija hay que tratar que se case con el violador y sí no hay que llevarla a un convento?
Este tipo de obras o se plantean de otra manera u hoy en día no tienen sentido. Porque aunque literariamente sean buenas yo creo que el teatro debe tratar temas de actualidad. Y hacerse creíble.
Aunque reconozco que parece que a la gente le gustó, así que seguro que soy yo la equivocada.