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Se nos fue la mitad del dúo que “hizo” cantar a Mary Poppins

Probablemente a muchos de los jóvenes actuales el nombre de Robert Sherman no les diga prácticamente nada. Si añadimos que, junto a su hermano Richard, fue el santo y seña de muchas de las canciones incluídas en los clásicos de Disney -con las que crecimos más de uno y más de dos, y con las que todavía nos seguimos deleitando de vez en cuando hoy en día-, tal vez les suene algo más. Y si concluimos con que uno de sus trabajos fue la banda sonora de Mary Poppins, probablemente le terminen de ubicar.

Pues bien, Robert Sherman, el “compositor supercalifragilístico” como he leído en alguna que otra página web, falleció el pasado martes, a los 86 años de edad, en Londres. Como dúo, los Sherman trabajaron durante muchos años con la compañía de Walt Disney, siendo su éxito más sonado la ya citada banda sonora de la que, para muchos, es la película más conocida del “padre” de Mickey, Donald, Pluto y muchos otros personajes mundialmente conocidos. Gracias a ella ganaron el Óscar a la Mejor Banda Sonora y a la Mejor Canción Original (Chim Chim Cher-ee), en 1965.

A la muerte de Disney ambos dejaron la compañía, aunque todavía colaboraron con ella en otros títulos realmente extraordinarios como El libro de la selva, Los aristogatos o La bruja novata; antes de “independizarse” por completo y seguir con su trabajo como compositores, continuado con otra comedia de éxito como Chitty chitty, bang bang.

Robert nos ha dejado; pero, en homenaje a su memoria, dejo parte de su legado con el que, junto a Richard (todavía vivo), nos hizo disfrutar en su momento, y nos sigue haciendo disfrutar todavía en estos tiempos que corren, allá por el siglo XXI.

(Todas las canciones estarán colgadas en su versión original en inglés, ya que las adaptaciones al español no son suyas)

SUPERCALIFRAGILÍSTICOEXPIALIDOSO, Mary Poppins:

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CHIM CHIM CHER-EE:

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FEED THE BIRDS:

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I WANNA BE LIKE YOU (El libro de la selva):

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Y muchas otras más, que poco a poco iré añadiendo; para que quien visite esto las disfrute, como lo sigo haciendo yo.

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“Leyendo” al Pato Donald

Revisando algunas de mis anteriores “vidas cibernéticas”, me reencontré con este artículo, escrito hace casi tres años, y que me gustaría volver a compartir, esta vez a través del presente espacio.

Caminante, no hay camino; se hace camino al andar, escribió Machado. Y Disney, en cambio, canta otros versitos: Caminante, sólo hay caminos; no te eches a andar”.

De esta forma tan llamativa comienza uno de los capítulos de un libro que, después de ser leído, podría cambiar la concepción que una persona tiene sobre uno de los iconos de la infancia de cualquiera: los personajes de la factoría Disney.

PARA LEER AL PATO DONALD. COMUNICACIÓN DE MASA Y NACIONALISMO es un ensayo escrito por los reputados sociólogos y teóricos de la comunicación de masas Ariel Dorfman y Armand Mattelart. En él, desde una perspectiva eminentemente marxista, ambos critican el papel desempeñado por Walt Disney como promotor, de manera suave y sibilina, de la difusión del “american way of life” en literatura de masas (principalmente dirigida a “la base”, los niños, claro). Su tesis principal es que las historietas publicadas en su revista Disneylandia (dirigida a la América latina) no sólo son un reflejo de la ideología anteriormente mencionada, sino que, además, Disney debería ser considerado como cómplice activo y consciente a la hora de difundirla.

Todo ello a través de teorías como, por ejemplo:

1) La desaparición de la figura del padre. En las aventuras de los personajes Disney no hay padres, sólo tíos y sobrinos; y además, los pequeños suelen ser siempre más inteligentes que los mayores. Así, en la vida real, los padres no se oponen a que los niños lean las revistas porque no temen que se les “rebelen”: en las mismas, los “peques” siempre terminan sobreponiéndose a los “titos”, no a los “papis”.

2) El consumismo y la “ociosidad del trabajo”. Éste no es algo que haga falta, sino una actividad ociosa, un mero consumir del tiempo libre. Para ello, Dorfman y Mattelart ponen el ejemplo de una historieta en la que el Lobo Feroz termina atrapando a los tres cerditos, pero el cerdito Práctico (el listo, para que nos entendamos) acaba por convencerle para que los suelte, con el siguiente argumento: “¿En qué te vas a divertir ahora que nos tienes atrapados? No tendrás nada que hacer, fuera de estar sentado, envejeciendo antes de tiempo”. En resumen, el Lobo Feroz termina por pensar sobre su trabajo que eso es lo que le entretiene más que nada.

Ambos meten a todos los personajes en el mismo saco, pero se centran sobre todo en la familia de los patos: Donald, los sobrinitos y el Tío Gilito (o Tío Rico, como también le llaman), porque son ellos los máximos exponentes y encargados de la difusión de la ideología estadounidense en América Latina, donde el Pato Donald es el personaje más popular (el libro salió publicado en Chile en 1971-72).

El libro es muy interesante, más allá de si se está de acuerdo o no. Objetivamente, Dorfman y Mattelart tienen toda la razón del mundo en la mayoría de las cosas que afirman, pero a veces se pasan un poco. Los que bien me conocen saben que yo no soy sospechoso de ir a favor de lo americano; pero lo cierto es que desde niño he disfrutado como un enano con las aventuras de Mickey, Donald, Goofy y compañía, y siempre he tenido la cabeza muy bien amueblada, sin dejarme influenciar.

Así que, para desagraviar un poco a Disney y sus personajes, dejo estos dos magníficos cortos, dos verdaderas obras de arte, recomendadas para gente de todas las edades:

EL CONCIERTO DE LA BANDA, con Mickey y su orquesta intentando tocar la obertura de la ópera Guillermo Tell, y el Pato Donald, literalmente, dando por saco:

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EL VIEJO MOLINO, realmente emocionante y espectacular donde los haya:

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Sin embargo, sí estoy de acuerdo con aquello que, por lo general, se comenta del doble mensaje de las animaciones de Disney. Un ejemplo lo tenemos en el corto de EL PATITO FEO.

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…¿o quizás debería llamarse “el patito bastardo“? Porque las circunstancias en las que aparece son muy sospechosas, y además, la discusión entre papá pato y mamá pata se podría interpretar… de aquella manera. Vedlo vosotros mismos.

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Diana Santos, la voz más encantadora del “universo Disney”

Siguiendo la línea iniciada hace algunas semanas cuando hablé de Florencio Castelló, y gracias también al ánimo indirectamente enviado por mi amigo profesor y poeta Rafa Parra Soler con su nuevo blog acerca del arte del doblaje, hoy me gustaría hacerle un modesto homenaje y recordatorio a otra de las voces que más me marcaron en la etapa inicial de mi vida, la de DIANA SANTOS. Pero no sólo por eso, sino sobre todo por tratarse de una de las actrices que más y mejores cosas han hecho a favor del doblaje en lengua española.

Alicia Diana Santos Colmenero nació en Veracruz, México, el 9 de junio de 1950; y desde muy pequeñita comenzó a “mamar” el arte de hacer y poner voces puesto que su padre fue ni más ni menos que el gran Edmundo Santos -la mano derecha de Walt Disney en Latinoamérica-, a quien otro día le dedicaremos un artículo puesto que también se lo merece; y su tío es otro grande, Francisco Colmenero -éste todavía bien vivito y coleando-, quien tomó las riendas de la dirección de los doblajes de Disney en México a la muerte de Edmundo, en 1977.

Con esos antecedentes es fácil pensar que nuestra Diana llegó a este mundo artístico por enchufe; y en cierto modo es verdad, puesto que su inefable progenitor tenía la costumbre de ir colocando ahí a sus familiares más o menos directos. ¿Suspicacias? En absoluto, puesto que Diana puso tantísimo de su parte que, a sus 61 años, es recordada, aún en activo, como una de las mejores actrices de doblaje en español de todos los tiempos, y también, en lo que a mí respecta, como la más entrañable de todas ellas por la simpatía que desprende en todas y cada una de las entrevistas que ha protagonizado, bien en medios escritos o audiovisuales.

Diana debutó en el doblaje a la edad de seis años, mientras que en 1961 intervino en su primera película de Walt Disney, 101 Dálmatas, en la piel de Lucky, uno de los perritos. De ahí hasta la fecha, un amplio currículum en la empresa, en el que destacan personajes como Lady Marian (Robin Hood); Christopher Robin en las historias de Winnie The Pooh; Bianca en Los Rescatadores (Bernardo y Bianca, en Latinoamérica) y Los Rescatadores en Cangurolandia; el niño del cortometraje Pequeño, un cuento de Navidad; Vixey, la simpática zorra, pareja de Tod en Tod y Toby (o El zorro y el sabueso, como se tituló en el continente hispanoamericano); Elena (Taron y el caldero mágico); Michael Banks (Mary Poppins, doblaje exclusivo para México); Bella (La Bella y la Bestia, también en el doblaje mexicano); Minnie Mouse; Daisy; pero, sobre todo, los protagonistas de las que siempre han sido mis dos películas preferidas de entre las realizadas por Disney y sus herederos: El libro de la selva (ella es MOWGLI); y Pedro y el dragón Elliott/Mi amigo el dragón (PEDRO, el “muchacho del dragón”), uno de los films más bonitos y tal vez menos conocidos de toda la “factoría Disney”. En El libro de la selva, debido a que su señor padre no sabía cómo se iba a tomar el público que fuese una mujer quien pusiera voz a Mowgli, Diana fue presentada como A.D. Santos (las iniciales corresponden a sus dos nombres, Alicia y Diana), algo que se repitió en algunos de sus posteriores trabajos.

Recientemente, tras unos años de cierto olvido, Diana Santos ha vuelto a los títulos de crédito con el personaje de Minnie (no confundir con Minnie Mouse) en Cars 2… aunque quien tenga curiosidad por escuchar su reaparición sin vivir en México deberá buscarse en Internet la versión mexicana de la película.

Pero la carrera de Diana no sólo se compone de papeles en Disney (ahora Disney/Pixar), ya que ella fue, en su momento, la encargada de dar vida a otros personajes tan conocidos de la animación internacional como Pedro y Clara en Heidi (doblaje exclusivo para México y Latinoamérica, en el que su tío Francisco Colmenero es el abuelo), o la célebre Pitufina; e incluso logró “hacerse” con su personaje predilecto de siempre, Escarlata O´Hara en el casting para el doblaje mexicano de Lo que el viento se llevó, papel que le fue retirado por el director, digamos que por incompatibilidad de trabajos, o al menos eso fue lo que particularmente estimó él.

Una larga lista que, afortunadamente, puede seguir engrosando gracias a su, para mí, acertadísima recuperación por parte de Disney/Pixar. Porque si por algo se ha caracterizado el trabajo de Diana Santos es por haber puesto al servicio del doblaje la voz más encantadora de todas las que han pasado por la gran cantidad de producciones que ha llevado a cabo el universo creado y popularizado por el ya legendario Walt Disney.

Podéis comprobarlo, por ejemplo, en esta entrevista concedida hace dos años al periodista mexicano Mario Filio, en la que Diana no sólo se muestra tal y como es, sino que también hace quitarnos unos cuántos años de encima a todos los que crecimos con estas obras de arte que jamás pasarán de moda. Os recomiendo que la escuchéis, y que la disfrutéis.

(La mayor parte de los datos extraídos para este artículo están sacados de la web oficial en español de los doblajes de Disney; el resto, de la entrevista de Mario Filio y de mis conocimientos particulares)

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Homenaje al “Gato Jinks”: un sevillano que también trabajó en la “corte” de Disney

Aunque éste sea un espacio en el que priman los artículos relacionados con el mundo del deporte, como bien saben los que me siguen, de vez en cuando me gusta publicar alguna que otra entrada acerca de hechos o personajes relacionados con la cultura y el espectáculo.

Y eso es, precisamente, lo que voy a hacer hoy. Un modesto pero sencillo recordatorio de uno de los artistas que, gracias a su faceta de actor de doblaje, más me marcaron en mi época de niño, y más me siguen gustando en la actualidad cuando, cada cierto tiempo, reviso aquellas obras de arte que, entre los 60 y los 70, se realizaban desde el mundo de la animación; y que, en mi infancia ochentera, todavía se pasaban con bastante frecuencia por la televisión en nuestro país, procedentes desde México/EEUU.

Me estoy refiriendo a un paisano, por más señas: FLORENCIO CASTELLÓ, aquel que prestara su voz a determinados personajes de la “factoría Disney“, y que luego alcanzara gran notoriedad en la piel del Gato Jinks de los célebres dibujos de Hanna-Barbera Pixie & Dixie. Paisano porque nació en Sevilla en 1905, aunque tuvo que emigrar a América en el 36 por culpa de la maldita Guerra Civil.

En Argentina, según cuentan diversos enlaces de Internet, comenzó una gira por toda Latinoamérica con una compañía de teatro lírico, interpretando principalmente una serie de obras costumbristas andaluzas -probablemente fueran de los hermanos Álvarez Quintero, aunque esto no es sino una suposición particular-. Dicha gira se extendió hasta 1939, año en el que llegó a México, donde se estableció y donde desarrolló la parte más importante de su carrera profesional.

Castelló fue invitado a participar activamente en la mejor época del cine mexicano -junto a otros como Mario Moreno, “Cantinflas”, o nuestra Sarita Montiel– durante varios años, en los cuales se especializó en hacer papeles de andaluz, los cuales le acompañarían hasta el final de su vida, también cuando se dedicó al doblaje.

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Como actor de voces colaboró posteriormente en determinadas ocasiones con el elenco de actores que trabajaban para Walt Disney en México, otorgándole su particularísima personalidad sureña española a los personajes de los que se encargó: el cuervo Jim en Dumbo -en el redoblaje mexicano de finales de los 60-; el buitre Despeinao en El libro de la Selva; o el torpe sabueso Napoleón en Los Aristogatos. Castelló compartió estudio, a las órdenes de Edmundo Santos, con grandísimos actores como Germán Valdez, “Tin Tan”; Luis Manuel Pelayo; Diana Santos; Flavio; Teresita Escobar o Francisco Colmenero, cuyas voces a buen seguro que las recordarán todos aquellos que, como yo, crecieron con los largometrajes de Disney y con sus doblajes latinoamericanos.

Pero, sin duda, fue el personaje del GATO JINKS el que le otorgó, al menos en España, su mayor cuota de popularidad… o más bien al contrario: fue Florencio Castelló quien hizo grande al personaje gracias a la perfección y a la gran personalidad con la que puso en boca del cómico antagonista de Pixie & Dixie el más clásico de los acentos sevillanos y andaluces, y que hizo del gato, con mucha diferencia, lo mejor de la serie. Cuando, tras su muerte –México D.F., 23 de agosto de 1986, faltan 3 días para que se cumpla el correspondiente aniversario-, llegaron a nuestro país nuevas remesas de capítulos sin su voz, la consideración tanto de la serie en sí como del propio personaje de Jinks decayó hasta límites verdaderamente increíbles años antes.

Valga desde este espacio mi homenaje hacia este gran actor que exportó al otro lado del charco, de forma absolutamente magnífica y excepcional, parte de nuestra particular idiosincrasia.

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