Tres décadas del 23-F


“¡QUIETO TODO EL MUNDO!”

Creo que, quien más quien menos, todos los que tenemos un mínimo uso de razón hemos escuchado alguna vez las palabras con las que el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, acompañado de varios militares, entró el 23 de febrero de 1981 en el Congreso de los Diputados con la intención de dar un golpe de estado durante la sesión de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo, e instaurar así una dictadura militar.

Pues sí, en efecto; hoy se cumplen los treinta años de aquel acontecimiento que a punto estuvo de cambiar la historia reciente de España.

No voy a analizar lo sucedido; como aquel día yo apenas si tenía año y medio y no me acuerdo de si me estaba tomando el biberón o si estaba dando mis primeros pasos en el patio de casa, prefiero no extenderme demasiado, y dejarle el tema a los historiadores o a los veteranos que vivieron con verdadera angustia el desarrollo de los hechos.

Simplemente me limitaré a recordar esta efeméride tan significativa para la historia de nuestro país, y a recordar también que hoy se estrena la película en la que Paco Tous, célebre y magnífico cómico -que ya hiciera un particular y medianamente paródico homenaje en Los hombres de Paco por los 25 años-, tiene su verdadera reválida como actor dramático en el papel de Tejero.

Una película que yo, por supuesto, tengo intención de ir a ver en algún momento. Será entonces cuando, además de hacer la correspondiente crítica, tendré ocasión de contraponer y ampliar mis someros pareceres con los de todo un veterano del activismo político como mi señor padre. Y también con todo un jovenzuelo como mi hermano Pablo quien, en su faceta de futuro licenciado en Historia, ya ha tenido tiempo y ocasión de comenzar a estudiar más o menos en profundidad qué fue lo que pasó aquella jornada, y qué fue lo que rodeó a la fallida intentona de Tejero por “reconducir” el futuro de España, años después de la muerte de Franco y la llegada de la democracia.

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