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Mundiales de ciclismo 1995: la intimidación de Indurain y el triunfo -con la rueda pinchada- de Olano


MI PARTICULAR MEMORIA DEPORTIVA (38)

El próximo domingo se celebra la prueba en ruta de los Campeonatos del Mundo 2013 de ciclismo, en Valkenburg (Holanda). España intentará lograr su sexta medalla de oro, tras los triunfos de Abraham Olano en 1995, Óscar Freire en 1999, 2001 y 2004, e Igor Astarloa en 2003. De ganar, Freire se convertiría en el corredor con más títulos mundiales de la historia del ciclismo, aunque por parte hispana parecen tener más opciones, de entrada, Alejandro Valverde y el «Purito» Rodríguez.

Precisamente fue en la carrera de 1995 donde se produjo la que, para mí, es la imagen -doble- por excelencia de todos los campeonatos que he podido ver hasta la fecha. Los que ya comenzamos a tener una cierta edad todavía recordamos, con verdadera emoción, el desarrollo de aquella carrera disputada en Duitama (Colombia), y en la que Abraham Olano y Miguel Indurain repitieron el doblete conseguido días antes en la contrarreloj, pero a la inversa. Si en la crono fue «Miguelón» quien hizo buenos los pronósticos, en la prueba de fondo el guipuzcoano culminó el sensacional trabajo táctico de la selección española, con la inestimabilísima colaboración del navarro, gran líder del bloque nacional pero que aceptó, como los más humildes, ponerse al servicio exclusivamente del equipo.

En un circuito verdaderamente rompepiernas, Olano atacó en el final de la penúltima vuelta y adquirió una ventaja preciosa gracias a sus buenas piernas pero, sobre todo, a la impresionante intimidación que Miguel Indurain, cinco veces ganador del Tour, causaba en sus rivales. Todavía me pone la carne de gallina recordar cómo el gran campeón de Villava frenó, literalmente, a un grupo en el que iban hombres de relevancia en el ciclismo internacional como Marco «el Pirata» Pantani, Richard Virenque, el suizo Mauro Gianetti y el colombiano Oliverio Rincón, entre otros.

En cuanto saltó Olano, Miguel se puso al frente del grupo «clavando» su bicicleta en la carretera y mirando constantemente hacia atrás, como diciendo «venga, a ver quién es el guapo que tiene los coj… necesarios para moverse». Ni un alma, señores. El miedo -deportivo- que imponía el navarro era tal que nadie se atrevió a lanzar un ataque hasta que Olano no llegó a los 40-45 segundos, momento en el que Indurain se apartó de la cabeza y se dedicó a marcar a todos y cada uno de los rivales. Si no tiraban, ganaba Abraham; si neutralizaban al de Anoeta, él les remataría inmediatamente después.

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Pero aún habría más imágenes para el recuerdo, en este campeonato histórico para el ciclismo nacional. En los últimos kilómetros Olano sufrió un pinchazo en la rueda de atrás de su bicicleta, y antes de parar y ser absorbido por el grupito perseguidor decidió afrontar el tramo final del recorrido redoblando el esfuerzo por los lógicos llantazos que estaba dando sobre el asfalto. Le sobraron 36 segundos para levantar su brazo izquierdo -cualquiera hacía lo propio también con el derecho, para que se cayera y diera al traste con su hazaña- como vencedor, antes de que Indurain les ganara en el sprint a Pantani y a Gianetti, y celebrara la consecución del doblete como si él mismo hubiese sido el campeón del mundo.

Abraham Olano abrió, con su oro -escoltado por Indurain en el podium-, el palmarés de triunfos españoles en los Campeonatos del Mundo de Fondo en carretera. Un título que algunos, injustamente, le echaron en cara que se lo había «arrebatado» al navarro, a quien sólo le faltaba esta victoria -y la medalla olímpica que lograría al año siguiente, también con el guipuzcoano en el segundo lugar- para culminar su laureadísimo palmarés. Pura miseria y pura necedad, porque si bien es cierto que la acción de Miguel frenando el grupo fue importantísima, Olano luego tuvo la fuerza necesaria para llegar en vencedor, sobreponiéndose incluso al ya mencionado pinchazo en los kilómetros finales.

Después llegarían los tres títulos de Freire -me encantaría que finalizara su carrera deportiva con su cuarto entorchado- y, entre medias, el de Astarloa. Pero, con el respeto hacia ellos, ninguno llegó a ser tan emocionante como éste de 1995. Por ser el primero, por la generosidad y la intimidación de Indurain, por la fuerza y la rueda pinchada de Olano… por todo.

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Quince años de la retirada de Indurain

Hoy, 2 de enero de 2012, se cumplen 15 años justos desde que el mejor deportista español de todos los tiempos (para mí más incluso que Rafa Nadal), DON MIGUEL INDURAIN, anunciara oficialmente su retirada, con 32 años y medio y bastante «quemado» ya, psicológicamente hablando, del ciclismo profesional, en los primeros días de 1997.

El navarro -«MIGUELÓN» para sus seres más próximos y para todos aquellos que le seguíamos de cerca- nos dejó un legado prácticamente imposible de superar por cualquier otro ciclista -aunque Contador se le esté acercando-: cinco Tours de Francia -1991 a 1995, primer ciclista en ganarlos de forma consecutiva-, dos Giros de Italia -1992 y 1993-, un Mundial contrarreloj -1995-, un oro olímpico -también en contrarreloj, en 1996-, un Récord de la Hora -53 km y 40 metros, en septiembre de 1994-, varias medallas en los campeonatos del mundo de ruta, dos París-Niza -1989 y 1990-, tres «Voltas» a Cataluña -1988, 1991 y 1992-, un Tour del Porvenir/CEE -1986-, un Campeonato de España -1992-, una Clásica de San Sebastián -1990, primer español en ganar una prueba de la por entonces Copa del Mundo-, líder en las tres grandes carreras por etapas -en la Vuelta fue el más joven en vestirse de amarillo, en 1985-… casi nada, señores.

Por no hablar de la cantidad de siestas que nos hizo perdernos a muchos españoles, quienes gozábamos como enanos con sus exhibiciones contra el crono y con sus demostraciones de fuerza en la alta montaña cuando era necesario.

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Es por ello por lo que, desde este humilde espacio, no puedo por menos que recordar su figura, la del primer deportista español que, en un deporte «de masas» como el ciclismo, se convertía en el absoluto dominador del panorama internacional, tanto en la carretera como, por su humildad y generosidad, fuera de ella.

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1992: Miguel Indurain, primer español en ganar el Giro de Italia

MI PARTICULAR MEMORIA DEPORTIVA (9)

Ahora que el Giro de Italia 2010 está a punto de terminar -y de decidirse-, creo que es el momento oportuno para recordar otro hito histórico para el deporte español, de los presenciados por servidor de ustedes.

Una de las «picas en Flandes» que le faltaba por poner al ciclismo español en 1992 era la de la carrera de la «maglia rosa», una ronda que se nos resistía sistemáticamente por dos razones: porque preferíamos la Vuelta -por entonces celebrada año tras año en el mes de abril- y el Tour, y porque en el Giro los corredores italianos siempre han sido tremendamente difíciles de batir. Años atrás lo habían intentado hombres ilustres del pelotón nacional como José Manuel Fuente, el «Tarangu»; Paco Galdos y Marino Lejarreta, el «Junco de Bérriz», pero no tuvieron éxito pese a que se quedaron muy cerca de lograr la victoria.

Pero aquel año iba a cambiar la historia, gracias al mejor deportista español de todos los tiempos. Miguel Indurain, al año siguiente de ganar su primer Tour, decidió variar su preparación de cara a la ronda francesa: renunció a la Vuelta a España, prueba donde en 1991 había sido segundo y donde se le exigía tal vez más de lo que por abril podía dar, y probó en el Giro, donde estaría más libre de presión; justo lo contrario de lo que hizo su gran rival, Gianni Bugno, que «huyó» del Giro para centrarse exclusivamente en el Tour. Read the rest of this entry »

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Tour de Francia 1991: Miguel Indurain, camino de Val Louron, comienza a escribir su historia

MI PARTICULAR MEMORIA DEPORTIVA (3)

1991 fue un año histórico para el ciclismo español, pues en él se produjo la explosión definitiva de un diamante hasta entonces en bruto, pulido cuidadosamente año tras año. Hablo de Miguel Indurain, que hasta aquel año había llevado a cabo una constante progresión (2 París-Niza; «Volta» a Cataluña; Clásica de San Sebastián, incluida por entonces en la llamada Copa del Mundo; dos etapas pirenaicas en el Tour de Francia y, ya en el mismo 1991, segundo en la Vuelta a España), pero que desde entonces, hasta 1996 en que se retiró, pasó a ser considerado como el mejor deportista español de toda la historia.Chiappucci gana en Val Louron; Indurain, detrás, celebra el comienzo de su reinado en el Tour de Francia. Foto: Cor Vos.

Éste es el primero de una serie de capítulos, aunque no consecutivos, que, como no podía ser de otra forma, le voy a dedicar en esta sección a la mítica figura del entrañable «Miguelón». Después de acabar clasificado en la vuelta únicamente tras Melchor Mauri, Indurain llegaba al Tour de Francia compartiendo jefatura de filas en el Banesto junto a un Perico Delgado al que ya le estaba llegando la decadencia.

El corredor navarro, gran especialista en la lucha contra el reloj, dio su primer aviso ganando la octava etapa, la primera «crono» de aquel Tour, entre Argentan y Alençon, nada menos que de 73 kilómetros. Indurain, que salió muy pronto, tuvo que esperar durante mucho tiempo a que su gran rival por el triunfo, Erik Breukink, se hundiera en los últimos kilómetros; y a que el gran favorito para la victoria final en la carrera francesa, Greg Lemond -que llevaba ya tres Tours-, acabara a tan sólo 8 segundos. Fue su primer triunfo en una contrarreloj en el Tour, lo que le supuso acercarse mucho a los primeros clasificados en la general.

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Pero no fue hasta la 13ª jornada, en la etapa reina de aquel Tour (Jaca-Val Louron, 232 km), cuando «Miguelón» asestó el gran golpe. El recorrido incluía casi todos los principales «colosos» pirenaicos: Aubisque, Tourmalet, Aspin -casi «ná»-, junto a un pequeño pero duro puerto final de 6 kilómetros, Val Louron, que era donde acababa la etapa, y que ha pasado a la historia como aquél que vio a Indurain vestirse por primera vez de amarillo.

A 65 kilómetros de la meta, recién coronado el Tourmalet, Miguel lanzó un terrible ataque en el descenso -otra de sus especialidades- qe sorprendió a todos. El corredor nacido en Villava estaba situado 5º en la general, a 4:44 del líder, el francés Luc Leblanc -aunque el que verdaderamente mandaba seguía siendo Lemond-, por lo que en un primer momento el pelotón no le dio demasiada importancia a aquel demarraje. ¿Todo el pelotón? No; hubo un corredor, ni más ni menos que «Il Diavolo», Claudio Chiappucci, que vio que aquel ataque iba a ser bueno y, pocos kilómetros después, salió del grupo para unirse a Indurain quien, aconsejado por su director, José Miguel Echavarri, le esperó.

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Juntos continuaron con la galopada; y juntos, pese a los esfueros desesperados de Gianni Bugno y de Laurent Fignon por cazarlos, se presentaron en Val Louron, donde Miguel agradeció a Chiappucci la enorme colaboración prestada «cediéndole» la victoria, porque el liderato era indiscutiblemente suyo. Bugno llegó a 1:29; Fignon a casi 3 minutos; y Lemond, que sufrió una importante pájara, perdió más de siete.

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Recuerdo que aquel mes de julio estaba yo con mi familia en Punta Umbría, en un apartamento que habíamos alquilado para pasar unos días de vacaciones. Yo no era un gran aficionado al ciclismo, lo que no era óbice para que estuviera al tanto del desarrollo del Tour; pero aquel día, cuando supe de la escapada de Indurain, no pude por menos que pegarme al televisor para seguir las andanzas de nuestro gran campeón. Se puede decir, pues, que aquella mítica etapa me aficionó definitivamente al ciclismo, uno de los más bellos deportes que hay en el mundo pese a los esfuerzos de mucha gente -empezando por personas del propio mundillo- por mancharlo constantemente.

Indurain aguantó como un campeón las «emboscadas» -deportivas, se entiende- de Bugno, Chiappucci y Fignon tanto en las peligrosas etapas del Macizo Central como en Alpe D´Huez; y remató la faena en la última contrarreloj, camino de Maçon. Al navarro le acompañaron en el podium Gianni Bugno y Claudio Chiappucci, poniéndose fin, definitivamente, al reinado de Greg Lemond en la carrera francesa.

A aquel primer Tour le siguieron multitud de grandes triunfos: otros cuatro Tours, dos Giros, un Récord de la Hora, un Campeonato del Mundo de Contrarreloj, y un oro olímpico, también en la lucha contra el crono, entre otros. Algunos de ellos los iremos recordando como se merece, con el paso de las semanas.

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