98-85: España sigue siendo la mejor de Europa


Titular simple, pero rotundo. Así es como se debe calificar el triunfo de la selección española en el Eurobasket 2011, tras derrotar en la final a Francia por 98-85.

Es el segundo oro europeo consecutivo para nuestro baloncesto, algo que no se conseguía a nivel de selecciones desde que Yugoslavia (la «segunda» Yugoslavia, tras la guerra de los Balcanes, que englobaba solamente a Serbia y a Montenegro) lo hiciera en 1995 y 1997. Solamente los soviéticos (en varias ocasiones), los yugoslavos (antes y después del conflicto balcánico) y Lituania a finales de los años 30, junto a España en 2009 y 2011 han conseguido lo que en Estados Unidos llaman el «back to back», a lo largo del palmarés del torneo.

Este oro supone la quinta medalla en grandes competiciones desde 2006 (tres oros y dos platas), y la séptima desde que la base de este equipo se presentara en categoría absoluta en el Eurobasket de Turquía 2001: bronce en aquel torneo; plata en Suecia 2003; oro en el Mundial de Japón 2006; plata en España 2007 y en los JJOO de Pekín 2008; y oro tanto en Polonia 2009 como en Lituania 2011. Una década realmente inolvidable.

Y además, lo han conseguido, esta vez sí, dando espectáculo desde el salto inicial, y haciendo su mejor partido del torneo -y uno de los dos o tres mejores de todos estos años- ante un gran equipo como el francés, que hoy sí que ha dado la cara después de la pantomima de la primera fase.

Como decimos, España, a diferencia de otros días (por ejemplo, el de la semifinal), se ha empleado a fondo y con concentración desde el inicio; la calidad y la fuerza física del rival así lo requería. Bueno, desde el inicio no, porque en los dos primeros minutos Francia, liderada por Tony Parker, aprovechó la falta de ajustes de la defensa española para conseguir hasta cuatro canastas fáciles bajo el aro; contrarrestadas, eso sí, por la gran efectividad de los nuestros en ataque.

Subsanado el problema, los de Scariolo pusieron pronto velocidad de crucero y alcanzó ventajas que oscilaron durante todo el partido entre los 7 y los 12 puntos, ante una Francia que peleó con toda la barba y que, pese al gran partido de España, no dejó a los nuestros celebrar del todo la victoria hasta el minuto y medio final.

Todos brillaron a gran altura, empezando por Juan Carlos Navarro, que en el primer cuarto comenzó su exhibición con 8 puntos de los 27 que le llevaron a ser, más que merecidamente, MVP del campeonato. A «la Bomba» le secundó un genial Calderón que, recuperado del todo de su torcedura de tobillo, dio todo un recital de dirección, estando también sumamente certero en la anotación. 17 puntos para él, con triples y penetraciones como las de sus mejores épocas. El de los Raptors, tras la decepción por no haber podido formar parte del título de hace dos años, ya tiene su merecido oro europeo.

A pesar de que Parker y, en menor medida, Noah se empeñaban en no dejar escapar a la selección, España tomó su máxima ventaja hasta el momento gracias a un triple inverosímil -un poco de churro, para qué nos vamos a engañar) de Marc Gasol, 25-17 poco antes de acabar el primer cuarto. Su hermano Pau había cometido dos personales y no había empezado demasiado lucido, aunque al final terminaría, como en él es habitual, con números de crack.

Precisamente las dos faltas del ala-pívot de los Lakers le dieron a Serge Ibaka la ocasión de disputar unos minutos de oro en el segundo cuarto, en el que dio una auténtica exhibición de poderío con cinco tapones ni más ni menos, a cada cual más espectacular, que minaron la moral de todo francés que se acercara por el aro español.

España llegó al tramo previo al descanso superando la decena de puntos de ventaja gracias también a la gran labor continuada de Calderón y Navarro; a la entrada en acción de Pau, y al «factor Víctor Sada«. El base del Barça, casi inédito en los momentos importantes del campeonato, sabía que iba a tener protagonismo en la final, pero éste se acentuó con los minutos que Ricky Rubio, con un ojo medio aturdido, debió estar en el banquillo; y cumplió de sobra menguando la capacidad productiva del gran líder rival, Tony Parker.

Sólo la trifulca montada tras una fea falta de Rudy al propio Parker -antideportiva justamente señalada- descentró momentáneamente a los nuestros y reactivó a los franceses, quienes con cinco puntos seguidos de Nico Batum se volvieron a meter en el partido (46-41). Afortunadamente, un tiempo muerto de Scariolo volvió a rearmar a la selección, que se marchó a vestuarios 9 arriba (50-41), con dos canastones de Pau Gasol.

En el segundo tiempo, Navarro y Rudy Fernández volvieron a darle la máxima ventaja a España (56-43, min. 22) al comenzar el tercer cuarto, en el que la renta jamás bajó de los seis puntos. Cada vez que Francia, gracias a Parker, se acercaba con cinco o seis puntos seguidos, los nuestros reaccionaban y restablecían la normalidad; una normalidad, liderada por los 9 puntos de Navarro, que decía que el título estaba más cerca de permanecer en España (75-62, min. 30, tras un espectacular alley-hoop que acabó con canasta de Sada).

Algo que se confirmó en el período final. Francia no bajó nunca los brazos, lo que hizo más vistosa la victoria de la selección española. Pau Gasol (17 puntos, 10 rebotes, 4 asistencias y 3 tapones) se erigió definitivamente en el gran dominador en ambas canastas, mientras que los contraataques de Calderón, Rudy o Llull prácticamente sentenciaron el título a falta tan sólo de medio cuarto (84-68).

Parker y Diaw se encargaron de mantener vivo el orgullo francés con triples y canastas que impidieron que la victoria de España trocara en paliza; daba igual. Los instantes finales sirvieron para que Víctor Claver y, sobre todo, Felipe Reyes pudieran disfrutar de una fiesta en la que España se quedó tan sólo a dos puntos de alcanzar los cien (98-85).

El ala-pívot cordobés/madrileño tuvo tiempo primero para anotar una gran canasta, y luego para levantar el trofeo en un gran gesto del capitán, el MVP Juan Carlos Navarro. Felipe, como Claver, ha perdido recientemente a su padre, al que pudo dedicar la alzada de la copa que acredita a la España de principios de siglo como una de las mejores selecciones europeas de toda la historia, a la altura de las míticas URSS y Yugoslavia; casi nada al aparato. Enhorabuena, bicampeones.

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