Tour de Francia 1991: Miguel Indurain, camino de Val Louron, comienza a escribir su historia


MI PARTICULAR MEMORIA DEPORTIVA (3)

1991 fue un año histórico para el ciclismo español, pues en él se produjo la explosión definitiva de un diamante hasta entonces en bruto, pulido cuidadosamente año tras año. Hablo de Miguel Indurain, que hasta aquel año había llevado a cabo una constante progresión (2 París-Niza; “Volta” a Cataluña; Clásica de San Sebastián, incluida por entonces en la llamada Copa del Mundo; dos etapas pirenaicas en el Tour de Francia y, ya en el mismo 1991, segundo en la Vuelta a España), pero que desde entonces, hasta 1996 en que se retiró, pasó a ser considerado como el mejor deportista español de toda la historia.Chiappucci gana en Val Louron; Indurain, detrás, celebra el comienzo de su reinado en el Tour de Francia. Foto: Cor Vos.

Éste es el primero de una serie de capítulos, aunque no consecutivos, que, como no podía ser de otra forma, le voy a dedicar en esta sección a la mítica figura del entrañable “Miguelón”. Después de acabar clasificado en la vuelta únicamente tras Melchor Mauri, Indurain llegaba al Tour de Francia compartiendo jefatura de filas en el Banesto junto a un Perico Delgado al que ya le estaba llegando la decadencia.

El corredor navarro, gran especialista en la lucha contra el reloj, dio su primer aviso ganando la octava etapa, la primera “crono” de aquel Tour, entre Argentan y Alençon, nada menos que de 73 kilómetros. Indurain, que salió muy pronto, tuvo que esperar durante mucho tiempo a que su gran rival por el triunfo, Erik Breukink, se hundiera en los últimos kilómetros; y a que el gran favorito para la victoria final en la carrera francesa, Greg Lemond -que llevaba ya tres Tours-, acabara a tan sólo 8 segundos. Fue su primer triunfo en una contrarreloj en el Tour, lo que le supuso acercarse mucho a los primeros clasificados en la general.

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Pero no fue hasta la 13ª jornada, en la etapa reina de aquel Tour (Jaca-Val Louron, 232 km), cuando “Miguelón” asestó el gran golpe. El recorrido incluía casi todos los principales “colosos” pirenaicos: Aubisque, Tourmalet, Aspin -casi “ná”-, junto a un pequeño pero duro puerto final de 6 kilómetros, Val Louron, que era donde acababa la etapa, y que ha pasado a la historia como aquél que vio a Indurain vestirse por primera vez de amarillo.

A 65 kilómetros de la meta, recién coronado el Tourmalet, Miguel lanzó un terrible ataque en el descenso -otra de sus especialidades- qe sorprendió a todos. El corredor nacido en Villava estaba situado 5º en la general, a 4:44 del líder, el francés Luc Leblanc -aunque el que verdaderamente mandaba seguía siendo Lemond-, por lo que en un primer momento el pelotón no le dio demasiada importancia a aquel demarraje. ¿Todo el pelotón? No; hubo un corredor, ni más ni menos que “Il Diavolo”, Claudio Chiappucci, que vio que aquel ataque iba a ser bueno y, pocos kilómetros después, salió del grupo para unirse a Indurain quien, aconsejado por su director, José Miguel Echavarri, le esperó.

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Juntos continuaron con la galopada; y juntos, pese a los esfueros desesperados de Gianni Bugno y de Laurent Fignon por cazarlos, se presentaron en Val Louron, donde Miguel agradeció a Chiappucci la enorme colaboración prestada “cediéndole” la victoria, porque el liderato era indiscutiblemente suyo. Bugno llegó a 1:29; Fignon a casi 3 minutos; y Lemond, que sufrió una importante pájara, perdió más de siete.

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Recuerdo que aquel mes de julio estaba yo con mi familia en Punta Umbría, en un apartamento que habíamos alquilado para pasar unos días de vacaciones. Yo no era un gran aficionado al ciclismo, lo que no era óbice para que estuviera al tanto del desarrollo del Tour; pero aquel día, cuando supe de la escapada de Indurain, no pude por menos que pegarme al televisor para seguir las andanzas de nuestro gran campeón. Se puede decir, pues, que aquella mítica etapa me aficionó definitivamente al ciclismo, uno de los más bellos deportes que hay en el mundo pese a los esfuerzos de mucha gente -empezando por personas del propio mundillo- por mancharlo constantemente.

Indurain aguantó como un campeón las “emboscadas” -deportivas, se entiende- de Bugno, Chiappucci y Fignon tanto en las peligrosas etapas del Macizo Central como en Alpe D´Huez; y remató la faena en la última contrarreloj, camino de Maçon. Al navarro le acompañaron en el podium Gianni Bugno y Claudio Chiappucci, poniéndose fin, definitivamente, al reinado de Greg Lemond en la carrera francesa.

A aquel primer Tour le siguieron multitud de grandes triunfos: otros cuatro Tours, dos Giros, un Récord de la Hora, un Campeonato del Mundo de Contrarreloj, y un oro olímpico, también en la lucha contra el crono, entre otros. Algunos de ellos los iremos recordando como se merece, con el paso de las semanas.

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  1. #1 by em10 on 5 abril 2010 - 10:16

    😀 Fantástico 😀

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