CRÍTICA TEATRAL
OBRA: Bodas de sangre
AUTOR: Federico García Lorca
COMPAÑÍA: Centro Andaluz de Teatro y Centro Dramático Nacional
REPARTO: Israel Frías (Leonardo); Luis Rallo (el novio); Noemí Martinez (la novia); Consuelo Trujillo (la madre); Olga Rodríguez (la esposa de Leonardo); Maica Barroso (la criada); Carlos Álvarez-Novoa (el padre de la novia); Carmen León (la suegra); Ana Malaver (la vecina); Paca Ojea (mendiga); Rafa Téllez (convidado); Pilar Gil (la niña); Omar Azmi, Toni Márquez, F.M. Poika (leñadores); Fael García, Juan Cabrera (mozos); Pepa Delgado, Sonia Gómez Silva, Marina Hernández, Ramos López (muchachas); Diana Wrana (danza aérea). Con la colaboración especial de Ana Belén en la voz y en la canción de La Luna.
DIRECCIÓN: José Carlos Plaza
LUGAR: Teatro Central (Sevilla)
DÍA: 23-1-2010
DURACIÓN: 1 hora y 50 minutos
CALIFICACIÓN: *** (Sobre 5)
Buena labor la realizada por el Centro Andaluz de Teatro -CAT- y el Centro Dramático Nacional. La compañía teatral andaluza más importante ha unido sus fuerzas con una de las formaciones principales a nivel nacional -junto a la Compañía Nacional de Teatro Clásico- para llevar a los escenarios uno de los títulos más importantes del teatro lorquiano; y el resultado es bastante satisfactorio.
En primer lugar, ésta se diferencia de otras versiones en la austeridad, principalmente escenográfica. Una austeridad que nos permite disfrutar de unas Bodas de sangre sin más artilugios que unos bloques laterales -adaptables en su colocación según el pasaje que se esté representando en cada momento-; sin navajas o, mejor dicho, sin “navajazos” explícitos; y, consecuentemente, sin más sangre que la que termina mostrando la novia en sus manos.
La producción, además, rehúye acertadamente de los tópicos que podrían caracterizar cualquier versión no sólo de ésta, sino de cualquier obra ambientada en Andalucía. Apenas si hay “folclore” si exceptuamos algunos momentos de baile más o menos aflamencado; mientras que los actores -andaluces en gran parte, como es lógico- adoptan el acento típico de mi tierra sin exageraciones, con el punto exacto para que no chirríe a los oídos del espectador. Quizás como hubiese querido García Lorca.
Pero toda esta modernidad y austeridad no hace perder un ápice de dramatismo a esta tragedia basada en el llamado “crimen de Níjar” -Almería- de 1928. Al contrario, el fatalismo que emana durante toda la obra llega al alma del espectador, sobre todo gracias a la interpretación de los actores.
Magnífica Consuelo Trujillo bajo la piel de la madre del novio. Pese a que el trío protagonista lo forman Leonardo, el novio y la novia -a quienes dan vida de forma notable Israel Frías, Luis Rallo y Noemí Martínez, respectivamente-, el verdadero peso de la obra corre a cargo de esta consagrada actriz teatral -experta en montajes lorquianos- a quien el público terminó tributando una especial ovación.
Junto a Trujillo destaca la presencia de otro veterano de la escena, el andaluz nacido en Asturias Carlos Álvarez-Novoa, quien aporta su experiencia con el personaje del padre de la novia. Los secundarios tampoco desentonan, en especial Olga Rodríguez, Maica Barroso y Ana Malaver; así como el resto, que ayudan además, como todos, con su aportación coreográfica, bajo la dirección de Cristina Hoyos.
Precisamente la coreografía se erige como otro de los puntos fuertes de la obra, así como el canto de algunos de los personajes femeninos; aunque éste, al menos en la fecha que se corresponde con esta crítica, anduvo un poco más deslucido. Especialmente falta de convicción es la aportación de Ana Belén; a quien se le agradece que, aunque de manera “enlatada”, haya colaborado con su voz en el comienzo del último acto -escena y canción de La Luna-, pero personalmente pienso que podía haberlo hecho mucho mejor.
Y el otro defecto destacable, al menos para mí, es la danza aérea de la luna, interpretada por la ex de Al salir de clase y, actualmente, actriz acróbata Diana Wrana; defecto no por su inclusión en sí, que me parece muy original; sino por la forma en la que se ha preparado. Porque, a pesar de las explicaciones del director José Carlos Plaza en la previa del estreno en Sevilla, la sensación deseada de “los dioses hablando de la muerte” apenas si se consigue con esa presunta luna bailando como puede por la plataforma ubicada en la parte superior del escenario.
Por ello esta versión de Bodas de sangre no merece que se le otorgue la cuarta estrella; aún así Plaza y su elenco han logrado elaborar, como vengo diciendo desde el principio, un montaje con el que cualquier lorquiano y cualquier buen aficionado al teatro en general se puede sentir satisfecho.
#1 by Rafa on 25 enero 2010 - 1:44
En mi opinión, la representación empezó de forma regular, lenta y falta de ritmo, con unas interpretaciones forzadas y a destiempo. A medida que la obra se iba desarrollando, no sé si porque finalmente alcanzó el tono adecuado, o si porque yo acabé acostumbrándome, me iba gustando más.
Lo más conseguido, en mi opinión, han sido las escenas de baile. Me parecieron bellísimas esas estampas festivas en que se combinaban planos (en primera línea, unos personajes dialogando, y, al fondo, otros bailando, lo cual, desde mi punto de vista, cargaba el ambiente de sensualidad, plasticidad y movimiento).
Un montaje quizá demasiado austero (demasiados elementos abandonados a la imaginación del espectador, como el hijo de Leonardo y su esposa).
Debemos ser benévolos con el señor Plaza en lo relativo al pasaje más dificil de representar de todo el montaje: la escena del bosque con la vagabunda y la luna. Representar teatro siempre es más difícil que escribirlo, y más aún tratándose de una obra de Federico García Lorca, que no suele ponérselo nada fácil a los directores de escena.
De todos modos, reconozco que no me caló del todo. Me quedo con los bailes y los cantos de los coros.
Si tengo que hacer una valoración global, prefiero el Don Perlimplín de La Fundición. Qué le vamos a hacer.
#2 by Cas on 26 enero 2010 - 8:29
Estuvo bien. No es de las mejores, pero echamos el rato. ¿cosas buenas? La escenografía, austera pero simbólica, de las que te hace pensar sin dártelo todo mascadito. ¿Cosas malas? La luna; la crisis ha hecho a la compañía aprovechar los adornos navideños -del chino- sobrantes y enmarañar lo que yo hubiese presenatdo con una sencilla voz en off y algún reflejo azulado.
Al menos el director parece ir enmendándose y ha pasado del exceso decorativo a sugerir sin enseñar. Algo es algo.